Me entero de que la UNAM se va a empeñar en la tarea de guardar digitalmente la memoria de los movimientos sociales en un proyecto llamado Ciudadanías en Movimiento. Lo celebro. Es una buena manera de recordar los 50 años del 68, que todavía patalea en momentos como ese, en el que Paco Taibo II llama a someter a expropiación a los grandes empresarios que se le subleven a AMLO (aunque vale la pena leer la entrevista que le hizo el diario El País, donde explica ese momento suyo y algunos otros del morenismo reciente). En efecto, las convicciones de Paco, que tienen varios afluentes –el exilio español, por ejemplo, es otro–, son una de las formas de ser de aquel movimiento, rico, variado. Propenso lo mismo al autoritarismo en la veta leninista o guevarista que a cierto anarquismo, que a un cierto nacionalismo revolucionario al que paradójicamente se enfrentó, que a algunas influencias digamos que jipis muy de la época. Lo celebro porque es necesario, siempre y tal vez más que nunca con los tiempos políticos que corren, entender los orígenes de nuestros radicalismos. Habrá que estar pendientes y aprovechar, cuando esté disponible, ese trabajo tan necesario.
Celebro, por eso mismo, un libro como El marxismo en México, de Carlos Illades. Académico riguroso, claro y meticuloso, tiene Illades tiempo dedicado a estudiar a la izquierda mexicana en libros como Las otras ideas o La inteligencia rebelde. En este caso se trata de una “historia intelectual”, una historia de las ideas que va de sindicalistas como Lombardo Toledano al propio movimiento del 68, de Octavio Paz y sus dudas intachables al exiliado español Wenceslao Roces, traductor pionero de la obra marxiana, y de él al PCM o a José Woldenberg y Rolando Cordera en sus días (más) jóvenes.
¿Nos explican los marxismos tan bien desmenuzados aquí los tiempos que vienen, las nuevas formas de la izquierda, esas que se enfilan en primer lugar rumbo a la elección? Unos sí, otros no tanto. Pero el libro en conjunto, al margen de su valor intrínseco, que es grande, tiene en efecto pertinencia coyuntural, tal vez más que para nadie, para quienes estamos en posiciones muy distantes de las que sostiene esa izquierda que viene. Es un libro que sirve, sí, para entender al otro; para ponerlo en contexto, conocer su herencia. Podría servir para dialogar si hubiera, hoy, propensión al diálogo, y no esa furia descalificadora que no necesitamos explicar. Pero no perdamos la esperanza. Illades, por lo pronto, nos ofrece una buena herramienta con este trabajo admirable.