SÍDNEY.- Este jueves morirá, por la vía de suicidio asistido, el científico australiano David Goodall de 104 años de edad que tuvo que viajar a Suiza desde su país natal donde no es legal la eutanasia.
“Las personas mayores deberían tener el derecho de decidir esto por sí mismas”, declaró en una conferencia de prensa en la víspera de su planeado suicidio, para el que contará con la asistencia de personal de la organización Exit.
“Siento que una persona tan anciana como yo debería tener los derechos plenos de un ciudadano, entre ellos el de la muerte voluntaria asistida”, remarcó el veterano en declaraciones a la ABC.
En 2016, Goodall acaparó la atención de los medios cuando la universidad en la que trabajó como investigador asociado honorífico le ordenó que dejar su oficina por considerarlo un riesgo a su propia seguridad.
En su encuentro con los periodistas, el científico se mostró sorprendido del eco mediático que ha recibido su caso, según reportó la agencia de noticias suiza ATS.
Goodall, quien no sufre de ninguna enfermedad, dijo que hubiese preferido morir en Australia, donde intentó un suicidio fallido y posteriormente sufrió una caída que provocó un marcado declive de su estado físico.
Luego de esos episodios fue cuando decidió acudir a la organización Exit y viajar a Suiza para cumplir con su deseo.
Comentó que estaba muy satisfecho con la hospitalidad que se le ha brindado en este país, adonde llegó con algunos familiares que lo acompañarán en el momento final de su vida, cuando -comentó- le gustaría escuchar la Novena sinfonía de Beethoven.
“Es mi propia decisión. Quiero poner fin a mi vida y estoy agradecido de que esto sea posible en Suiza”, declaró ante decenas de periodistas.
El botanista señaló también que estaba perdiendo la vista y el oído, y que se alegraba de poder verse “aliviado” de todo ello.
Según la organización Exit, el científico no es el primer australiano que pide ayuda al suicidio en Suiza desde que este servicio existe, pero los casos no son frecuentes debido a la duración y el coste del viaje.
Al llegar a Suiza, este lunes, a Goodall lo consultaron dos médicos -uno de ellos psiquiatra-, quienes aprobaron el acto de asistencia en el suicidio.
El último gesto del científico será el de inyectarse él mismo un medicamento mortal, según se explicó.
En 2016, Goodall acaparó la atención de los medios australianos cuando la universidad en la que trabajó como investigador asociado honorífico le ordenó que dejara su oficina por considerarlo un riesgo para su propia seguridad.
Tras el recurso de Goodall, que contó con un gran apoyo de la opinión pública, la decisión fue revertida.
DPC