Quizá la regla menos respetada del futbol —lo que es muchísimo decir porque la competencia resulta grande—, es aquella que impide a un club negociar con un jugador al que le restan más de seis meses de contrato con otro equipo.

El Atlético de Madrid se ha mostrado indignado por los acercamientos sin disimulo que el Barcelona ha efectuado por su estelar delantero, Antoine Griezmann. No obstante, el mismo cuadro colchonero sabe que antes ha incurrido en la misma práctica en infinidad de ocasiones: la única manera de saber si un futbolista está dispuesto a cambiar de aires, es hablándole al oído, realizándole ofertas, poniéndole sobre la mesa un catálogo de beneficios económicos y profesionales que le inciten a una transferencia.

Por remitirnos a algunos ejemplos que en su momento fueron tan ilegales como lo que hoy el Barça hace con Griezmann: el Real Madrid de los Galácticos se configuró rompiendo a cada año esa normativa de la FIFA.

Con Luis Figo se firmó un precontrato mucho antes de que se pagara la cláusula de rescisión que le liberaba del Barcelona, lo cual sólo pudo ser cuando con esa bomba electoral, Florentino Pérez se convirtió por primera vez en presidente merengue. Con Zinedine Zidane el asunto fue más chusco o propio de flirteo en discoteca, al ser enviada una servilleta al crack francés con el conciso mensaje, “¿te gustaría jugar en el Madrid?”. Similar con Ronaldo, quien al saber del interés blanco por él, obligó al Inter a venderlo.

Por supuesto, igual de erróneo sería pensar que sólo el Real Madrid actúa así, que exculpar a un Barcelona que está violando las reglas en su aproximación a Griezmann (de paso, desconcenrrándolo cuando le falta disputar el cotejo más importante del torneo: la final de la Europa League).

Pero salgamos del entorno español a fin de entender lo rutinario que es dicho modus operandi: en 2005, el defensor del Arsenal, Ashley Cole, fue sorprendido en un hotel londinense con el técnico del Chelsea, José Mourinho; Mou recibió una multa, pero consiguió lo que pretendía: unos meses después, el defensa no dejaba más alternativa a los gunners que su venta a los blues.

Sin duda, el Atlético tiene a la razón y la ley de su parte, aunque mentiría si dijera que a los antecedentes. El propio Griezmann habrá llegado habiendo tenido contactos que antecedieron a la autorización de su previa casa, la Real Sociedad.

El hábito protege a la mayoría. En un deporte donde las reglas parecen hechas para incumplirse y los contratos se firman para romperse, pocas o ninguna ley tan mancilladas como ésta.

¿No desearás al futbolista de tu prójimo? Sólo en estricta y doble-moralista palabra, en un planeta por naturaleza infiel como lo es el del balón.

 

Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.