Será por lo corto de la campaña o simplemente por un error de estrategia, lo cierto es que aún no se ve el segundo lugar que ostenta Ricardo Anaya en la mayoría de las encuestas.
Aunque se ha querido comparar la campaña de Anaya con la de Vicente Fox, la realidad es bastante distinta.
Fox hizo en su tiempo una campaña por tierra, con eventos abarrotados en casi todos los estados; pocas veces se le veía en lugares cerrados y prefería, como lo hace López Obrador, el contacto con la gente.
Su cierre de campaña en el estadio del equipo León fue apoteósico, muy distinto al que el mismo día celebraba Francisco Labastida en Culiacán.
Anaya sigue sin hacer conexión con los votantes jóvenes, a los que presumiblemente van dirigidos sus mensajes.
Se le ve como político bueno para el debate, muy bien estructurado, con un manejo del lenguaje corporal que no tienen ni Meade ni López Obrador, pero ello no ha bastado para que haga conexión con el electorado.
Y aunque para muchos se trate de un asunto ya comentado, en elecciones pasadas la candidatura presidencial ganadora llevaba a la victoria a los candidatos a gobernadores –a la mayoría- o senadores del partido respectivo.
Como están las cosas, el PAN tendría oportunidad de llevarse Guanajuato –de calle- y Yucatán; en la CDMX sigue siendo competitivo en alianza con el PRD, pero está por verse si Anaya le sumará votos a Alejandra Barrales para llevarla a la Jefatura de Gobierno.
Un candidato presidencial fuerte genera simpatías para el Congreso.
Pero Anaya sigue sin verse, lo que también le facilita la campaña a ya saben quién.
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La nueva Constitución de la Ciudad de México, que tantos líos políticos generó, se estrenará el 17 de septiembre próximo, cuando rinda protesta como jefe o jefa de Gobierno quien resulte electo –o electa- el 1 de julio.
Mucho se especuló sobre la necesidad de que la ciudad tuviera un trato “similar a los estados’’, pero en realidad la Constitución local se quedó muy corta.
Por ejemplo, las alcaldías seguirán dependiendo de los recursos que les envíe el gobierno de la ciudad; no tendrán control de sus policías ni de la nómina de sus trabajadores sindicalizados.
Los alcaldes electos apenas podrán contratar a poco más de 350 trabajadores de los miles que tiene cada delegación o alcaldía.
En síntesis, la llamada autonomía municipal, de la que sí gozan los municipios del interior del país, en la CDMX se quedó como espejismo.
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Hablando de alcaldías, la ventaja que lleva Néstor Núñez en Cuauhtémoc luce inalcanzable.
Una ventaja de más de 20 puntos sobre el candidato del Frente y de 30 sobre el aspirante del PRI anticipa una victoria por goliza al abanderado de Morena.
Lo interesante del tema es cómo los partidos, aun cuando sienten que Cuauhtémoc es un asunto definido, se pelean los apoyos de los líderes de vendedores ambulantes que, como sabe, suman varias decenas de miles nada más en el Centro Histórico.
Quién tendrá mayor control sobre esos grupos, ¿el PRD o Morena?
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En Sinaloa hubo un debate entre los candidatos al Senado de la República, y de acuerdo a los sondeos posteriores, el que mejor propuestas presentó fue Mario Zamora, quien dirigió por un breve tiempo la Financiera Nacional de Desarrollo.
No estaría mal que ese ejercicio se replicara en todo el país, si a final de cuentas también los salarios de los legisladores salen de los impuestos, estaría bien conocer por quién vamos a votar y qué ofrece a la ciudadanía.