Si por continuidad o coherencia se juzgara, Juan Carlos Osorio ya tendría la gloria asegurada. Sirva como resumen que de los 23 tricolores que acudieron a la Copa América Centenario en 2016, apenas seis no han repetido en su lista premundialista. O que 22 de los 23 convocados para la Copa Confederaciones 2017 están encaminados hacia Rusia 2018.
Sellados esos dos certámenes con goleada adversa y un cúmulo de dudas, Osorio mostró una y otra vez que no iba a cambiar. No en los nombres, no en las formas, no en las obstinaciones en asegurar que ve lo que nadie antes en la historia de la dirección técnica ha conseguido ver.
¿Alguien se ha sorprendido de la escasez de laterales en la nómina mundialista? No, porque suele habilitar a centrales por los costados. ¿O de que prescindiera de un medio de contención tan solvente como José Juan “Gallito” Vázquez? No, porque ha insistido que desea a futbolistas altos para toda demarcación. ¿O de que el multicitado Rodolfo Pizarro fuera marginado incluso del listado que antecede al último corte? No, porque tanto el técnico como el jugador ya habían insinuado que eso acontecería. ¿O de que estuviera fuera de México durante el arranque de la liguilla? No, porque a nadie necesitaba ver quien todo lo tenía ya definido no de unos días atrás, sino de varios meses, por lo visto incluso un año o más.
Eso explica, por ejemplo, que Giovani Dos Santos se mantenga pese a un estado de forma cuestionable: su sitio, como el de la mayoría, estaba garantizado desde un buen tiempo atrás.
Más allá de un par de ausencias notables, tampoco es como para rasgarse las vestiduras: no hay mucha más tela de donde cortar.
Quizá por culpa de la cantidad de extranjeros en primera división, quizá más bien porque las fuerzas básicas no trabajan como deberían en nuestro país, seguramente porque no existe un verdadero proyecto a escala nacional de detección, desarrollo y consolidación de talentos, pero se producen poquísimos futbolistas en México.
Que Rafael Márquez aspire a una quinta Copa del Mundo o Andrés Guardado parta como titular indiscutible rumbo a una cuarta, habla sin duda de su compromiso, disciplina, devoción a la profesión, sacrificio, condición física privilegiada. Sin embargo, también de que no existe un notable relevo generacional.
Por poner paralelos, Philipp Lahm se retiró de la selección alemana a los treinta años, consciente de que la maquinaria del futbol alemán pronto tendría a un joven tan talentoso como él para ese puesto…, y ahí esta Joshua Kimmich.
Esa culpa, correspondiente a toda una estructura deficiente y conformista, no puede ser atribuida a Juan Carlos Osorio. Sí, su escasa confianza en quienes de entrada no estuvieron en su radar.
Se jugará la sentencia de su paso tricolor con los mismos jugadores con los que inició. Por coherencia y continuidad, nadie podrá criticarle. Por los resultados, ojalá, ojalá que tampoco. A un mes sólo queda creer.
Twitter/albertolati