Una jornada de dos errores tan crasos en plena Copa del Mundo, como para que hasta los más rancios directivos de la FIFA admitieran: no había más camino para el futbol que implementar el videoarbitraje.
Sucedió el 27 de junio de 2010 en Sudáfrica: en el primer partido del día, el árbitro no concedió a Inglaterra un gol de Frank Lampard que claramente había superado la línea de la portería alemana; en el segundo, el juez otorgó a Argentina un tanto en escandalosa posición de fuera de juego de Carlos Tévez, metro y medio por delante de los últimos hombres mexicanos.
Por primera vez, Joseph Blatter habló de la urgencia de apoyar con tecnología a los silbantes, moción de la que se apropiaría su sucesor Gianni Infantino, orillando al muy conservador International Board a acceder: antes de ser validadas, las acciones más polémicas serían revisadas en un monitor.
Rusia 2018 quedó marcado en el calendario como el punto de inflexión para este deporte, el año cero en su línea del tiempo que, supusimos, separaría a lo injusto de
lo justo.
A menos de un mes de la inauguración, las previsiones no podrían ser más obscuras, con todas las pruebas del VAR saldadas con dudas. ¿Cuál es la diferencia entre una equivocación arbitrada respecto a una videoarbitrada? Que, en el segundo caso, la sensación es de alevosía, pues quien considera que se le ha perjudicado, ve cómo ha sucedido con calma, plenitud de repeticiones y ante un cómodo monitor, ya no más el ancestral pretexto de la inmediatez y la urgencia para juzgar.
Este fin de semana, el Bayern perdió la final de copa alemana ante el Eintracht, con dos incidentes no remediados por el VAR; el primero, un gol del cuadro de Fráncfort en el que el delantero aparentó llevarse el balón con la mano; el segundo, un clarísimo penal en tiempo de compensación.
¿Por qué el árbitro determinó acreditar el gol y no dar después el penalti? Misterios sin resolver, justo lo que se suponía que con el respaldo de un televisor ya no acontecería.
Similar si nos remitimos a la reciente final del futbol australiano, en la que el sistema de repeticiones se desvaneció en el instante cumbre o si recordamos lo acontecido en la Copa Confederaciones del año pasado.
La realidad es que el futbol no ha salido de las cavernas, como muchos pensamos que sería una vez que el videoarbitraje se introdujera.
¿Cuál es el problema? Sobre todo dos: por un lado, que al menos la mitad de las acciones polémicas, no son de juicio definitivo, sino subjetivo; por otro, que por sofisticado que sea el videoarbitraje, mantiene el elemento de disputa, que es el arbitraje, la decisión humana.
A casi ocho años de aquella desastrosa jornada de octavos de final en Sudáfrica, nos acercamos a Rusia 2018 esperando lo peor: como en temas sociales o políticos, el progreso no ha traído la paz al futbol.
Twitter/albertolati