El domingo, sin duda, los mexicanos interesados en la contienda electoral vimos un buen debate entre los candidatos a la Presidencia que, desgraciadamente, fue entorpecido y alargado innecesariamente por los periodistas encargados de moderar el encuentro.
Los periodistas deben ser autocríticos y revisar como un colectivo de profesionales sus actuaciones; en este caso así se debe abordar el trabajo de Yuriria Sierra y León Krauze, dos jóvenes y brillantes conductores que olvidaron una de las primeras reglas del periodismo: cuando se pregunta, cuando se entrevista, incluso cuando se replica, el protagonista no es el reportero, es el o, en este caso, los personajes que tiene enfrente; lo cual, en contraste, tuvieron muy presente sus predecesores Azucena Uresti, Denise Maerker y Sergio Sarmiento que, sin renunciar a la crítica y a los cuestionamientos incisivos, permitieron que los abanderados se expusieran al público elector.
Sin duda, en este formato de debate fue posible ver moverse e interactuar a Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador y Jaime Rodríguez el Bronco, como no los habíamos visto en el primer debate presidencial. Hubo momentos memorables como en el que Ricardo Anaya de plano invade el espacio vital de AMLO, a lo que éste le responde sacando la cartera y bromeando.
Bueno, qué decir del Bronco y sus artefactos de tortura o de un Meade echado para adelante y con un manejo de los temas y el espacio como tampoco se le había visto desenvolverse.
En alguna medida, los candidatos presidenciales quedaron a deber, y mucho, debido a que en el plano internacional prácticamente redujeron el tema a Donald Trump, la relación con Estados Unidos y con Centroamérica, y todo ello centrado en los asuntos de la agenda gringa; con excepción de Meade, ninguno abordó la relación con la región Asia-Pacífico o con la Comunidad Europea.
Pero también hubo momentos lamentables como cuando Yuriria Sierra preguntó a Anaya si apoyaba la legalización de la mariguana, a lo que el candidato respondió “ahora no”, y la conductora le hizo tres veces la misma pregunta y obtuvo la misma respuesta; o cuando de manera excesiva interrumpió las respuestas de José Antonio Meade.
A pesar de que por desgracia los conductores del debate optaron por convertirse en protagonistas de la transmisión del debate al formular larguísimas preguntas -que más que cuestionar parecían una intervención con la que buscaban exponer su amplio conocimiento de los temas a discusión-, el diseño del Instituto Nacional Electoral estaba tan bien hecho que funcionó, y la confrontación se dio y pudimos observar los planteamientos, cuestionamientos, ataques y ocurrencias de AMLO, Meade, Anaya y el Bronco.
En fin, ojalá en las próximas elecciones haya más debates presidenciales y de gobernadores, porque sí son espacios en los que se cuenta con la oportunidad de, en un tiempo relativamente breve, tener a los candidatos en un ambiente en el que es posible compararlos, conocer sus fortalezas, debilidades y hasta sus muertos en el ropero.