En el futbol, como en la política, no es tan sencilla la administración de la abundancia.
Por supuesto, todo seleccionador, como todo estadista, prefiere el quebradero de cabeza de gestionar lo que sobra, mucho antes que los pesares consecuentes de hacer rendir lo que falta o, de plano, no alcanza. Sin embargo, en ese caso la exposición a una emboscada mediática resulta mucho mayor por una razón: elegir se traduce en voluntariamente prescindir.
Tomemos por ejemplo a Julen Lopetegui, seleccionador español: ha optado por no recurrir a Álvaro Morata, acaso el futbolista más caro de la historia no convocado por decisión técnica a un Mundial: ni por indisciplina, ni por diferencias con la dirección del equipo, ni por lesión o sanción. Ese Morata que apenas diez meses atrás costaba al Chelsea más de 80 millones de euros, hoy resulta orillado porque su entrenador considera que otros delanteros le pueden ofrecer mejores resultados que él.
Como termine por faltar contundencia o gol a España, Lopetegui ya sabe en qué mejilla será golpeado: ¿en qué cabeza cabe renunciar a Morata? En la de quien tiene que decidir, que ese es su trabajo.
Más allá de si Lopetegui ha acertado, nadie duda que España hoy dispone de una cantidad de talentos impensable no demasiado tiempo atrás. ¿Qué ha sucedido? Tal vez pueda plantearse como un efecto tardío de la generación Barcelona 92; de aquel esfuerzo, esquema de producción, proyecto, nueva forma de entender el desarrollo de promesas deportivas, derivaron titanes de todos los deportes como Rafael Nadal en tenis, Fernando Alonso en automovilismo y Pau Gasol en baloncesto. A su lado hubo futbolistas muy destacados (por ejemplo, Raúl), aunque todavía por detrás de la línea de los títulos. Ese pequeño gran paso lo dieron diez años atrás Iker Casillas, Andrés Iniesta, David Villa, Xavi Hernández, Sergio Ramos y compañía.
Cerrado aquel ciclo con debacle en Brasil 2014, se asume que hoy los españoles cuentan con idénticas o incluso superiores cuotas de talento; la duda es si también de suerte o, por ser pragmáticos, de espíritu ganador.
El único seleccionador que de cara a Rusia 2018 ha debido administrar mayor abundancia que Lopetegui es el alemán Joachim Löw. De ahí en fuera, la situación de Tite con Brasil luce similar. Escenario idealizado por todo seleccionador, porque cuando existen tantas y tan brillantes opciones para cada posición, es posible convocar apegados del todo a un ya fijado guion.
Caso opuesto, cuando hay poca tela de dónde cortar, lo que debe adecuarse es el esquema…, justo lo que Juan Carlos Osorio no ha querido hacer en México. A falta de administración de la abundancia, lo que él ha administrado ha sido la terquedad.
Twitter/albertolati