El debate entre los candidatos presidenciales, el domingo pasado, fue un paso adelante en nuestro lento proceso de democratización. Salvo algunos ajustes que me parecen necesarios, el formato con ciudadanos que personalmente cuestionaron a los aspirantes cumplió su objetivo. Hay que señalar también que estos comicios, además de otras singularidades, se han destacado por la expectativa que se ha generado en el ejercicio de los debates.
Si bien el diseño, formato y los temas, entre otros factores, son dignos de destacar, no todo fue miel sobre hojuelas.
La calidad del debate, lamentablemente, en ciertos momentos decaía, particularmente por la participación del Peje que, como en el primer debate, se presentó sin preparación, sin dominio de los temas y, por lo tanto, sin propuestas. Su retórica giró alrededor, como hasta ahora ha sido su postura sea cual sea el tema de debate, de que todos los males del país se solucionarían con su hipotética (y nada probable) llegada a la silla que tanto aspira.
Por su parte, Ricardo Anaya, aspirante a la primera magistratura de la nación de la coalición Por México al Frente, una vez más refrendó su buen desempeño en estos ejercicios democráticos. Más contundente y con mejor oratoria argumentativa. En su participación sobre el tema de la relación entre México y Estados Unidos, mientras los otros evadieron el asunto, mostró mayor decisión y propuesta por cambiar las relaciones bilaterales. Aunque fue opinión general de los abanderados no aceptar más agravios de Trump, el aspirante de Por México al Frente mostró mejor convicción por reformar esas relaciones en términos más benéficos para el país y nuestros connacionales.
Mientras Ricardo Anaya se desenvolvió como un político mucho más resuelto, encarando cada uno de los cuestionamientos tanto de los ciudadanos como de los moderadores y aprovechando para exigir posturas más realistas a su contrincante. El Peje jugó un triste papel, carente de argumentos y pretendiendo camuflar sus carencias con chistoretes.
En tanto Anaya mostraba soltura y proyecto de lo que debe ser la relación con apertura de México con Estados Unidos y el mundo en un escenario global, el Peje presentaba sus petrificadas ideas, atado a un pasado autoritario que México dejó atrás al inicio de este siglo. Mientras Anaya presentó una visión de futuro, el Peje invocaba la “Alianza para el progreso”, estrategia gringa de los años 60, de triste memoria y absoluto fracaso.
El tercer y último debate se llevará a cabo el 12 de junio, en la ciudad de Mérida, Yucatán, con el tema Economía y desarrollo”. Como anticipé en el segundo, no tengo duda de que el aspirante de la coalición Por México al Frente, como en los dos anteriores, refrendará su triunfo.