Acabo de estar dos días en mi muy querido México. Una probadita tan intensa que, ya en Madrid, todavía tengo el regusto de haberme comido un manjar.

He visto a los mexicanos inquietos. Todos hablan del mismo tema: las elecciones del 1 de julio.

Percibo cierto miedo por una parte y mucho hartazgo por otra.

La clase política mexicana lleva muchos años gobernando de espaldas a su ciudadanía. Pero no es exclusivo de México. No es el único país. Al contrario, le pasa a todos, a casi todos los países globalizados de Occidente.

En Europa están asustados ante la aparición de los populismos en gobiernos que se escapan de la ortodoxia política.

En Italia, por ejemplo, el Presidente de la República ha pedido formar Gobierno a dos movimientos; el primero, un movimiento social llamado Cinco Estrellas y el segundo, la extrema derecha de la Liga Norte de Umberto Bossi.

Este nuevo gobierno, que está a punto de empezar, ya está amenazando a Europa con marcharse, y hablan de renta universal o de expulsión de los inmigrantes ilegales. La Unión Europea está muy preocupada ante la deriva populista –no olvidemos que Italia es la cuarta economía europea.

Pero ¿es que el Brexit no es sino una medida populista? En Grecia y Hungría gobiernan la extrema izquierda y la extrema derecha, y en muchas naciones europeas los partidos extremistas han estado a punto de ganar.

En América hay muchos casos empezando por Estados Unidos. Porque, ¿quién es Donald Trump sino un vehemente populista?

Ahora todo el mundo habla de López Obrador y su más que posible triunfo.

No voy a analizar sus promesas de campaña porque todas las promesas de campaña de cualquier candidato de la política del mundo de Occidente se quedan en eso, en promesas que luego nunca llegan a cumplir, pero que durante la campaña se les calienta la boca.

López Obrador fue jefe de Gobierno de una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo. Claro que no es lo mismo gobernar la Ciudad de México que la República, pero se le acerca. Gobernar dicha metrópoli supone gobernar una parte muy importante del país, y durante su mandato no cometió ninguna torpeza o cometió las mismas que el resto.

Pero, ¿de qué nos estamos quejando en España, en México, en Italia, en Grecia, en Hungría, en Polonia? Tenemos lo que hemos ido cosechando. Son nuestros gobernantes los que han ido sembrando el cansancio, el hartazgo, la molicie, el aburrimiento, la desconfianza y hasta el rencor hacia las élites políticas dominantes. La avaricia, la impunidad, las corruptelas han hecho el resto. Y es una lástima, porque estoy seguro de que hay muchos más políticos honorables que indeseables. Pero han sido tantos años que hemos metido a todos en el mismo saco, y están pagando justos por pecadores.

Pero lo que es incuestionable es que así ya no podemos seguir. O hay un cambio en la política global o los efectos van a ser indeseables. Y no quiero que las futuras generaciones nos responsabilicen de que no hicimos nada para remediarlo.

Una gran parte para cambiar el rumbo de la historia depende de nosotros. No lo desaprovechemos. Tampoco tenemos muchas oportunidades.