Mercado bursátil extraño, pero, como sea, mercado bursátil: donde las acciones suben o bajan atendiendo a la inmediatez.
Costará encontrar algún gol que haya podido traducirse en cien millones de dólares en la cotización de un jugador.
Se parte de la premisa de que cuando se va a desembolsar mucho dinero por cierto futbolista, no se hace como exclusiva consecuencia de un instante del juego, por centelleante que éste haya sido.
Hoy se plantea que Gareth Bale podría salir del Real Madrid a cambio de no menos de 180 millones de dólares, cuando un par de meses atrás -al resultar evidente su caída de la titularidad, al reiterarse la urgencia por sacarle rédito a quien nada hacía por adaptarse a España, al enfatizarse la decepción de su fichaje- los merengues se hubieran dado por servidos con acercarse a los 80 millones.
Todavía durante el verano pasado, Bale estaba bien valorado. Por ahí fue captado José Mourinho diciéndole, “no puedo comprarte porque no hablas”, manera de suplicarle que externara su deseo de cambiar de uniforme. Acaso porque el futbolista se negó a dejar el estadio Bernabéu (consecuencia directa de lo cual fue que Kylian Mbappe terminara en el París Saint Germain), pero la directiva madridista se temió un fiasco económico: se había desperdiciado la ocasión para vender la acción antes de su desplome.
La gráfica no haría más que descender a lo largo de la temporada. Sus enésimas lesiones, una aparente indolencia y falta de implicación, su confirmación como reserva en los cotejos más relevantes, fueron restándole quizá hasta un par de millones por semana. La cotización del galés llegó a un mínimo histórico el sábado 26 de mayo por ahí de las ocho de la noche tiempo de Ucrania: pese a un buen cierre de certamen, Zinedine Zidane le confinaba a la banca.
Tres horas más tarde, esa acción tocaba su punto máximo, al ser anotado por Bale uno de los goles más bellos de la historia, mismo que terminó por significar una ventaja merengue que sería ratificada por el propio Gareth con un disparo escurrido entre las manos del meta rival.
Entonces sí, comenzó a rememorarse cuánto ha hecho el ex del Tottenham con ese escudo: si la carrera para ganar al Barcelona una Copa del Rey, si su tanto en la final de Champions de cuatro años antes, si su penal en la serie en otra final de Champions tres años atrás. No, tan malo no puede haber sido quien en cinco temporadas ha contribuido a semejantes trofeos, casi siempre como titular.
Que se lesiona mucho, eso ya lo sabía el Madrid y todo el medio futbolístico británico al darse su traspaso en el verano de 2013. Que no es un diez convencional y ni siquiera ocupa una de las posiciones habituales para los dioses del balón, lo asumían todos. Que al jugador del Reino Unido le cuesta trabajo integrarse a la dinámica de los equipos de otras ligas, se sobreentiende desde muchas décadas atrás. Que era absurdo comprarlo pensando en suplir a Cristiano Ronaldo o en buscar al Alfredo Di Stéfano de este siglo, lo debieron dimensionar todos menos Florentino Pérez.
Sin embargo, visto como está el mercado desde la salida de Neymar al PSG, ni llegó a valer menos de 80 ni hoy vale 200.
Como con las acciones, como en todo mercado bursátil, ya se verá si se le compra con base en su cotización temporal o si se espera el regreso de su precio a un plano más próximo a lo terrenal.
Twitter/albertolati