No se sabe si la pobreza se ha metido en las Chivas por la puerta o por la más putrefacta humedad, pero sólo así podría explicarse que tan absurdamente esté escapando el amor por la ventana (o propiciándose con saña el divorcio) hacia el director técnico más importante que el Rebaño ha tenido en décadas.

Como sea, por arruinada que esté la directiva o por complejos que sean los asuntos económicos de Jorge Vergara, el Guadalajara se está comportando alejado de la categoría que se le supondría y que, como mínimo aceptable, se esperaría.

Sin embargo, más allá de los modales, esto es un disparo a la propia pierna, porque con nadie estará mejor ese plantel que con ese estratega al que, tal parece, se está suplicando que se vaya, se está orillando a claudicar.

¿No hay dinero? ¿Es ese el problema? Entonces, ¿por qué disfrazar la crisis de una verborragia arrogante, con Francisco Gabriel de Anda poniendo semblante de suficiencia como si tuviera todo bajo control?, ¿por qué pretender que hay un plan trazado, cuando no se está más que saltando al vacío?, ¿por qué ignorar a la afición, de tan especial química y tan intensa relación con el DT argentino?.

A la distancia, esto luce como golpe de estado contra Matías Almeyda. Ni más ni menos, hacia el entrenador que, no exento de limitantes y pesares, tuvo el liderazgo para llevar al Chiverío a una ansiada liga, a un par de copas, a calificar al Mundial de clubes. Un personaje que, quizá, sólo sea culpable de respaldar a esos jugadores de los que extrajo un rendimiento exponencial y a los que la directiva falló en los pagos pactados.

El Guadalajara hoy actúa como si levantar copas le resultara una constante, como si continuara viviendo en los ya muy remotos años cincuenta y sesenta del Campeonísimo, como si no fuera para tanto lo construido por Almeyda, como si no le debiera nada y como si le necesitara todavía menos.

Minando su autoridad, dejándole un colectivo muy disminuido, ignorando sus necesidades esenciales, modificando las fechas de trabajo que él definió, le perderá. Algo sólo entendible a la luz del descenso que desaparece en el futbol mexicano, licencia para la mediocridad que muy pronto el Rebaño ha tramitado.

Si Matías Almeyda termina por dejar ese banquillo, no se habrá ido: le habrán llevado al punto de no retorno en el que no le queda más remedio que marcharse.

Siendo el problema medular es de dinero, que le pongan nombre y se dejen de discursos que nadie cree. Siendo ya tan inviable reslta el proyecto, por cariño y respeto que vendan al club.

Twitter/albertolati

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