Debe ser un momento muy difícil para todos los que evalúan como una opción peligrosa para llevar los destinos del país aquella que va claramente a la delantera en las encuestas de preferencias electorales.
Y aunque ciertamente una encuesta, con todas sus dificultades de ser un ejercicio representativo, no es equivalente al resultado de una elección, tampoco se puede ignorar la unanimidad de las mediciones serias.
Y a un mes del día de las elecciones, lo que seguramente veremos por parte de los que no gozan del respaldo mayoritario será un apresuramiento y, quizá, hasta una radicalización de sus propuestas para tratar de remontar.
Que no nos quede duda de que el puntero, Andrés Manuel López Obrador, además de cacarear los resultados de las encuestas, en las que ahora sí cree, insistirá en que Ricardo Anaya Cortés y José Antonio Meade están empatados en el segundo lugar.
El intento de desmantelar el llamado voto útil será una de las estrategias centrales de ese equipo de campaña.
Pero al mismo tiempo, empezaremos a escuchar planteamientos más radicales que tendrán que ver mucho menos con la sensatez y la oferta de un buen gobierno y que caerán en el terreno de lo espectacular y el populismo.
Sabemos que la amenaza de un gobierno populista es real, los peligros son conocidos y las advertencias son extendidas. Pero también sabemos de este caparazón que protege a los rupturistas y que provoca oídos sordos entre los electores.
Ante el fracaso de esa estrategia, lo que puede seguir es una subasta de planteamientos absurdos, aberrantes desde el punto de vista financiero, legal o hasta de sentido común con tal de arrebatar la bandera populista que hoy está a punto de ser izada en este país.
De entrada, hay que saber que los planteamientos populistas de López Obrador no son de dientes para afuera, no son sólo para conseguir votos. Sabemos que lo va a cumplir, que nos va a costar y que no es lejana una crisis económica en consecuencia.
Pero tanto Meade como Anaya empiezan a abonar en el camino de las propuestas absurdas.
La propuesta de una renta universal por el hecho de ser mexicano es inédita en un panista. Como que responde más a la parte perredista de esa mezcla de agua y aceite que representa el Frente que postula a Ricardo Anaya. Su implementación es imposible sin un desastre financiero inmediato.
Y desde las filas del tricolor, Meade lanza la propuesta de legalizar los autos internados de forma irregular en territorio nacional, los autos chocolate, que es una iniciativa quizá no tan lejana de la esencia clientelar del PRI, pero en el polo opuesto de quien es José Antonio Meade.
La elección no está decidida aun, pero está claro que se van a encarecer las ofertas con tal de arrebatar votos.
Lo peligroso es que sabemos que al menos uno de los tres sí es capaz de aplicar irreflexivamente las barbaridades que propone, y eso es muy peligroso para esta nación.