Un triunfo de la izquierda mexicana implicará un cambio de modelo económico en nuestro país. Dentro de dicho ámbito, un gobierno populista o nacionalista lleva al Estado a intervenir más activamente en las decisiones del rumbo económico de la nación, con un proteccionismo comercial y una política industrial y agrícola que lleven a empresas nacionales a tratar de sustituir las importaciones. Si se hace razonablemente, no todo es malo en estos puntos. Hará más productivos a algunas empresas y sectores, “siempre y cuando deje que éstas empresas y sectores sean manejados por personas y grupos con experiencia”.

El problema viene en el tiempo, cuando existe una falta de ingresos públicos y el gobierno con demasiados programas sociales y asistenciales presiona a un mayor gasto público para incentivar el desarrollo económico. Si Pemex generara los ingresos de hace 10 ó 20 años, la dependencia con los ingresos vía impuestos sería menor y el modelo pudiera aguantar más tiempo. Hoy, esa empresa ya tiene otras condiciones.

Por eso consideramos que será relevante que se defienda la autonomía del Banxico que permita que ninguna autoridad pueda exigirle la concesión de crédito, con lo cual se garantiza el control ininterrumpido del instituto central sobre el monto del dinero (billetes y monedas) en circulación. Y cuando se dice “ninguna autoridad”, se incluye al Presidente y al Congreso.

El Banxico tiene tres indicadores en puntual seguimiento: el control de la inflación, las reservas internacionales y la política monetaria (tasas de interés), y con estos elementos procura mantener la estabilidad macroeconómica. Mantener la autonomía implicaría seguir con la responsabilidad del buen uso de las herramientas de política monetaria y con la confianza que hoy tienen los inversionistas y mercados.

También será necesario mantener la libre flotación del peso mexicano. Es la válvula de escape ante choques internos y externos, pero que la libre flotación genera momentos de presión y otros de relajamiento evitando la presión sobre las reservas internacionales y contra otras variables que afecten la estabilidad macroeconómica.

El próximo gobierno deberá respetar el presupuesto que incluye un techo de endeudamiento, cuidar la deuda / PIB y los Requerimientos Financieros del Sector Público / PIB para que la condición de la economía hacia los mercados y los inversionistas siga estable, lo que ayudará a que las calificadoras sigan conservando las calificaciones crediticias actuales al menos.

Llamó la atención lo que dijo Carlos Urzúa el miércoles pasado (que en caso de ganar Morena, pudiera ser el próximo secretario de Hacienda). Mencionó la posibilidad de “incorporar sangre fresca” en la Junta de Gobierno del Banxico una vez que expiren períodos de sus miembros actuales.

El próximo 31 de diciembre del presente año, Manuel Ramos Francia terminará su período, siendo uno de los cinco integrantes que conforman el directorio del Banco Central.

Bajo esa vía es posible ir restando poco a poco autonomía al Banxico sin que necesariamente lo diga y eso, sin duda, no gustará a los mercados ni a los inversionistas nacionales y extranjeros. Y lo peor será para México, su economía y para toda la sociedad. El hecho de que el Banxico pierda autonomía sería un problema estructural que llevaría sin duda a una crisis futura al país.