Tan difícil como acostumbrarse a ganar siempre es resignarse a la derrota tan pronta como habitual. Máxime si apenas dos años atrás, el personaje en cuestión se consolidaba como uno de los más hegemónicos en la historia de su deporte.
Otra vez, Novak Djokovic ha sido eliminado en un torneo de Grand Slam de forma prematura y ante un rival casi desconocido. Otra vez como viene sucediendo desde hace año y medio durante el que su mayor éxito ha sido la ronda de cuartos de final, durante el que Novak busca en vano al rey Nole que fue, durante el que Djokovic grita frustrado al no reconocerse.
A cada actuación se han visto vestigios de aquel portento que alcanzaba la bola más recóndita y era capaz de devolverla a la esquina con la gama más amplia de disparos: tan potente como técnico, el paréntesis en la era Federer-Nadal llevó su nombre y fue de un dominio tan indiscutible como insultante. Vestigios y nada más, porque a un año de su lesión, Djokovic es el primero que pone en cuestión si volverá a ser inmortal.
Como citaba el diario El País, una vez eliminado del presente Roland Garros, el balcánico reiteraba incierto a la prensa: “No lo sé, no lo sé, no lo sé”, única forma que tiene de responder si un regreso a la grandeza todavía resulta factible.
Auge y caída suelen ser los dos conceptos medulares para analizar el ciclo de un imperio. Auge y caída que, en el caso del tenista serbio, han sido simultáneos: apenas en 2016 su momento de mayor puntaje, de máxima comodidad como líder de la clasificación ATP, su conquista de cinco Grand Slams de ocho disputados; ya en 2017 una hecatombe que no culmina.
Siempre lucirá temerario el dar por acabado a alguien de su talla histórica. En todo caso, Djokovic se mira inevitablemente en el espejo de sus dos principales rivales, Roger y Rafael: mientras que ellos ya fueron y vinieron con éxito de los problemas físicos, Nole todavía sufre para encontrar la vía del retorno.
Wimbledon, esa cancha que tan mágicamente se le dio tiempo atrás, es hoy su nuevo Everest. Montaña a la que se aproxima sin el primero de los valores que exhibía en sus años mozos: seguridad.
Y es que cuando tanto y tan seguido se ha ganado, es muy difícil acostumbrarse a lo contrario. Y es que más proeza que mantener una racha triunfal, es revertir una fatal.
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