Dice Ricardo Anaya -sobre la primera parte de un video difundido en redes y que lo hunde como culpable de lavado de dinero-: “Responsabilizo al gobierno de Enrique Peña Nieto por este nuevo ataque en mi contra, utilizando las mismas mentiras de hace algunos meses”.
Es decir, el señor Anaya supone que el presidente Peña Nieto ordenó a las agencias de seguridad espiar a la familia Barreiro hasta encontrar la “bala de plata” capaz de eliminar al candidato del PAN, PRD y MC.
¿De verdad el señor Anaya y su claque creen que Peña Nieto y el Gobierno federal están detrás de la primera parte del video que exhibe al candidato presidencial del Frente como lavador de dinero? ¿Qué pruebas tiene para lanzar tal acusación?
Anaya no ofrece una sola evidencia de su dicho. ¿Por qué? Porque no existe. Y no existe prueba porque el video tiene todas las características de ser un producto elaborado por la familia Barreiro para salvar el pellejo.
Es decir, los Barreiro habrían concluido: “¡De que exista duelo en mi casa a que exista duelo en la casa vecina, preferible el duelo en la casa de al lado!”.
Y es que si caen los Barreiro, cae Anaya.
Pero Anaya parece no haber entendido el mensaje y no sólo acusó sin pruebas a Peña Nieto –de una espía de meses-, sino que en su más reciente spot propuso “una fiscalía especial” para llevar a prisión al Presidente.
Lo simpático es que Ricardo Anaya no sólo se equivoca de nuevo, sino por partida doble. ¿Por qué?
Primero, porque una fiscalía para llevar a prisión a Peña Nieto resulta la versión moderna del “¡Cállate, chachalaca1”. Y esa ofensa sólo conseguirá que el PRI cierre filas en torno a su “jefe máximo” y cancelará el voto útil a favor de Anaya.
Y, segundo, porque la acusación de que el gobierno está detrás del video contra Anaya –sin presentar ninguna prueba- supone que el Presidente es tan chingón que hasta tiene lista la segunda parte de un video que –tarde o temprano- llevará a prisión a Anaya.
Y es que cualquiera que revise el video donde Juan Barreiro revela “la trama maestra” de Anaya con Manuel Barreiro, probará que se trata de una conversación no entre amigos, sino entre inversionistas interesados en hacer negocios millonarios a partir del tráfico de influencias que permite la meteórica estrella política de Anaya.
Y es tal el interés del negocio político llamado Ricardo Anaya que -mientras Juan Barreiro explica los prometedores beneficios del potencial Presidente mexicano-, una cámara oculta graba audio y video de las conversaciones con los socios de Ricardo Anaya.
¿Quién colocó la cámara oculta?, ¿quién tenía interés de guardar en audio y video los negocios de Barreiro y Anaya?, ¿acaso los inversionistas argentinos?, ¿no estaremos ante una traición de los Barreiro a su socio Anaya?
Posiblemente nunca conoceremos la verdad. Lo cierto es que en el México de hoy, en los tiempos electorales, el Presidente es capaz de todo, hasta de hacer impensables milagros. “¡Pinche Peña chingón…!”.
Al tiempo.