He insistido en que en la elección del 1 de julio están en juego dos proyectos de nación; el primero busca preservar el actual gobierno que conlleva a mantener los privilegios, la desigualdad económica, social y, en consecuencia, la pobreza y la marginación para la gran mayoría de la población, todo esto promovido por el PRI y su candidato; aunque lo anterior también es representado por el otro candidato del sistema: Andrés Manuel, con su partido personal, Morena.


El otro proyecto es el que encabeza Ricardo Anaya, quien propone un cambio de régimen que representa implantar un gobierno digno, honesto, con principios, en favor de la igualdad y para la seguridad. Éstos son los principios que sustentan nuestro programa de gobierno para el México del nuevo siglo.


En la coalición Por México al Frente asumimos que la alternancia en los años 2000 y 2006 se abrieron expectativas que no se colmaron, con esa experiencia es que consideramos urgente atender de fondo y de raíz los grandes problemas nacionales, y esto conlleva a cambiar sustancialmente el régimen político.

Mientras tanto, Morena, el partido del sistema, y su candidato se debaten en jurar y perjurar que con la sola presencia del Peje en la silla a la que tanto aspira se terminará la corrupción. Este supuesto resulta paradójico, pues justo cuando Andrés Manuel estuvo al frente del gobierno capitalino se desataron los mayores escándalos de corrupción en su círculo más cercano, como su secretario particular y su tesorero.

Éstos no han sido los únicos casos, a lo largo de este tiempo han salido a la luz pública testimonios y videos de similar envergadura de personas cercanas a él, como el de Eva Cadena en Veracruz, apenas el año pasado. Todo esto comprueba que la presencia de Andrés Manuel no sólo no es suficiente para inhibir la corrupción, sino que la estimula y se sirve de ella.

En el juego perverso del partido oficial y el partido del sistema por mantener el statu quo, se tira la piedra y se esconde la mano. En días pasados se hizo público un video que pretende incriminar a Ricardo Anaya en una farsa montada de burda manera, lo que ameritó la respuesta inmediata del candidato de la coalición Por México al Frente para asegurar, una vez más, que se trata de una artimaña ruin y desesperada para bajarlo de la contienda.

Lo revelador en este caso es el acuerdo ahora explícito entre el PRI y Morena para desbarrancar la candidatura de Anaya. Es un evidente “compló” acompañado de guerra sucia. Anteriormente ya lo habían intentado haciendo uso de la PGR, pero no les dio resultado. Ahora, en vísperas del último debate y en la recta final de la campaña, lo seguirán intentando; no obstante, los mexicanos ya no creen en falsos espectáculos, y esto se verá reflejado en el voto decisivo del 1 de julio Por México al Frente.