Frente a la iglesia de la Santísima Trinidad en Tepoztlán, Morelos, se encuentra un hombre alemán de mediana edad que observa desde la banqueta a los turistas que suben y bajan el cerro del Tepozteco.

Mientras transcurre el día saluda a quienes lo ven sentado con una máquina de escribir, “¡Hola!, poemas a cooperación voluntaria”, dice mientras levanta un bombín gastado por el tiempo.

Maurice Meijer originario de Karlsruhe, es un poeta viajero que ha recorrido diferentes países acompañado de una máquina de escribir, una pluma y hojas en blanco; la máquina de Maurice es una Erika que obtuvo en una tienda de antigüedades del Caribe, “me gusta el sonido de sus teclas y la conexión que siento con ella. Con ella escribí un poemario en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, que fue presentado en la Feria Internacional del Palacio de Minería 2018″.

Salió de su natal Alemania a muy temprana edad y desde entonces ha dado a conocer sus poemas en Portugal, Francia, Colombia, Panamá, Brasil, entre otros países de Europa y Sudamérica. Desde hace seis meses radica en México.

De país en país, de ciudad en ciudad, Maurice escribe acerca de la vida, de las personas, sus viajes, la naturaleza y asuntos cotidianos que día tras día experimenta, “me gusta mucho la máquina de escribir y pienso que es un artículo muy bello para hacer poemas. Quiero mostrarle a la gente que las cosas antiguas siempre tendrán un valor”, comentó.

Las personas que transitan la calle Del Tepozteco pueden llevarse un poema escrito por Meijer a cambio de unas monedas o algún intercambio, “una vez una persona me dio nopales a cambio de unos versos”, dijo. Sin embargo, también escribe de manera improvisada y gracias a la inspiración que el momento requiera.

“Quiero regresar a la CDMX, después planeo ir a San Miguel de Allende y por último a Querétaro, o bueno, si es que no surge un nuevo destino”, expresó. Mientras el reloj de la iglesia marca las 18:15 horas, Maurice se prepara para escribir un poema acerca de un amor chapado a la antigua al mismo tiempo que regala una sonrisa a quienes lo ven ahí, sentado con su máquina de escribir y sus poemas a cooperación voluntaria, siempre levantando su bombín y atento a cada detalle de la vida.

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