Sara Netanyahu, la esposa del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, será juzgada por “fraude sistemático“, al haber presuntamente ocultado información y pagado con fondos públicos caras comidas y servicios privados de chef mientras había un cocinero de servicio en la residencia oficial.
Según la Fiscalía, la acusada gastó 85.000 euros en tres años (2010-2013) en comidas de restaurantes de lujo que no deberían haber sido cargadas al erario público, y lo hizo en connivencia con Ezra Saidof, un funcionario que falsificó documentos y ayudó a hacer ver que no había servicio de cocina disponible cuando sí lo había.
Las negociaciones de los últimos meses entre los abogados de Netanyahu y los fiscales de la Corte Superior de Justicia de Jerusalén y de la Fiscalía General del Estado no han llegado a buen puerto, a pesar de que estos le ofrecieron reconocer su error y devolver parte del dinero para evitar ir a juicio.
Ella se negó, por lo que ahora tendrá que probar su inocencia en un tribunal.
Netanyahu y Saidof son acusados de fraude, ruptura de confianza y recepción fraudulenta de bienes, y él -ex director general de la Oficina del Primer Ministro-, también se enfrenta al cargo de falsedad documental por parte de funcionario público.
Según la investigación, Netanyahu habría ordenado que el cocinero de la residencia fuese registrado como “personal de mantenimiento”, de modo que pudiera imputar gastos de comidas privadas y servicios de catering que debería haber pagado de su cuenta, informó el diario Haaretz.
En julio de 2015 se inició una investigación sobre la gestión en el hogar de la familia del jefe del gobierno, en la que afloraron varias acusaciones sobre cuestiones domésticas.
Entre estas, estaba la de quedarse con cientos de dólares obtenidos del retorno de las botellas vacías que habían sido compradas con dinero oficial, y que por tanto deberían haber revertido en el presupuesto de la casa.
Otras de las cuestiones investigadas fueron el supuesto pago por parte del Estado de una cuidadora para el padre de Sara, la contratación de un miembro del Likud (partido que encabeza el primer ministro) como electricista a una tarifa superior de la permitida, el traslado de mobiliario de jardín nuevo a la residencia privada de los Netanyahu o la compra de cientos de velas perfumadas.
Si bien la mayoría de estos gastos han sido descartados, los fiscales sí que han decidido perseguir la supuesta contratación irregular de servicios de comidas y cenas privadas, el empleo de chefs y camareros innecesarios y la falsificación del número de asistentes a eventos y facturas, detalló hoy el Ministerio de Justicia.
La imputación a Sara llega tras meses de escándalos e interrogatorios tanto a ella como a su esposo, considerado sospechoso por la Policía en al menos dos casos de supuesta corrupción.
La esposa de Netanyahu, psicóloga infantil de profesión, ha sido acusada varias veces de maltrato por parte de exempleados, y el Estado ha sido condenado -como empleador- a indemnizar a un trabajador de la Residencia que sufrió trato degradante y abusos.
También se la ha acusado de tener una influencia excesiva en los asuntos de Estado y en las decisiones de su esposo.
Los medios difundieron una grabación en la que se la escuchaba gritar de forma desaforada a un asesor de prensa del primer ministro, lo que no ayudó a mejorar su deteriorada imagen pública.
Su marido niega todas las acusaciones y afirma que los medios llevan a cabo una campaña contra él y su familia para tratar de sacarlo del poder.
Los abogados de Sara tacharon la imputación de “absurda e ilusoria” e ironizaron que se trata de la “primera vez en Israel y en el mundo en que la mujer de un mandatario es procesada por comida para llevar”.
Aseguran que ella no era la responsable de pedir comida, sino el mayordomo, y defienden que la acusación “se basa en declaraciones falsas y datos erróneos y distorsionados” y en una normativa irregular aprobada solo días antes de la llegada de los Netanyahu a la casa, algo que, ahora, tendrá que dilucidar la Justicia.
TFA