Dice la vieja conseja popular: “Si tiene patas de pato, cola de pato y grazna como pato, tenemos derecho a suponer que se trata de un pato”.

Y si Morena, su candidato presidencial y su claque exigen la entrega del poder -mediante la fuerza y antes del proceso electoral-, entonces tenemos derecho a suponer que asistimos a un intento de golpe de Estado, disfrazado de elecciones.

Sí, que nadie se escandalice, se trata de un intento golpista. ¿Por qué? Porque los responsables de la institución del Estado llamada partido Morena exigen la entrega del poder por el veredicto de las encuestas, no por el resultado de la elección que definirá qué partido y su candidato ganaron.

Peor, Morena chantajea con el petate del muerto. La presidenta de los rojos, la señora Yeidckol Polevnsky, sentenció que la elección está decidida y que enfrentará “el infierno” quien se atreva a quitarle la Presidencia a Morena.

Así lo dijo: “Que no se atrevan a querer hacer un fraude porque sí se van a encontrar con el diablo, no les vamos a permitir un fraude a ningún precio, no lo vamos a aceptar”, dijo Citlali, alias Yeidckol.

Pero perdió el juicio cuando dijo: “Esta elección ya está definida. Está decidida. No queremos manos ni manipulaciones que quieran hacer una cosa por otra”. ¿Qué significa lo anterior?

Ni más ni menos que un intento de golpe de Estado. Es decir, Morena y sus leales –incluidos encuestadores y medios- sembraron la narrativa de que AMLO ya ganó la elección. Por tanto, cualquier resultado distinto será fraude.

Y ante el fraude vienen “los chingadazos”, según prometió John Ackerman el 4 de febrero. Así lo dijo: “La única manera de que haya un cambio pacífico es con López Obrador. Si nos vuelven a robar la elección, va a haber chingadazos”.

Luego, Obrador usó la misma fórmula del golpe de Estado, y ante los banqueros dijo: “Yo tengo dos caminos, Palacio Nacional o Palenque, Chiapas. Me quiero ir a Palenque, Chiapas, tranquilo, si las elecciones son limpias, son libres, me voy a Palenque… Si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy también a Palenque y a ver quién va a amarrar al tigre, el que suelte el tigre que lo amarre; ya no voy a estar yo deteniendo a la gente luego de un fraude electoral. Así de claro”. Sentenció.

Y si a la amenaza de golpe de Estado le faltaba algo, empresarios mediáticos siguen cerrando espacios a los críticos de AMLO. Ayer se despidió de La Razón, el director editorial y columnista Rubén Cortés, severo crítico de Obrador. La claque lopista apuesta por callar a los críticos, igual que en 2006 y 2012.

¿Qué sigue…? ¿Que todo el Estado acuda de rodillas ante el mesías de Morena para que no haya “chingadazos”, para que no “suelten al tigre” y para que “no se aparezca el diablo”?

En un golpe de Estado lo primero es cerrar los medios a los críticos. Eso ya empezó, ahora viene la amenaza: “¡O me entregan la elección o viene el diablo, el tigre o los chingadazos”. Es decir, el caos.

¡La dictadura ya está aquí…!

Al tiempo.