¡La moneda está en el aire!
Y es que si hacemos caso a las encuestas, hoy debemos decir que el próximo Presidente de los mexicanos será Andrés Manuel López Obrador.
Pero si hacemos caso al sentido común, a la terca realidad que regalan la experiencia y la honestidad de los cuatro aspirantes, tendremos que concluir que el mejor y el nuevo Presidente debiera ser José Antonio Meade.
Sin embargo, la decisión está en el aire; en manos de caprichosos ciudadanos que si no quieren ver lo que tienen y menos ven lo que pueden perder.
Por eso las preguntas: ¿seremos capaces de apostar por el pasado, de coquetear con experiencias como la cubana o la venezolana?, ¿seremos una sociedad que entiende que el puntero en las encuestas no sólo es el más peligroso de los candidatos –como lo reportó la influyente prensa extranjera–, sino que podría llevarnos a la ruina?
¿Negaremos que nunca habíamos llegado a casi cuatro millones de empleos creados en un sexenio; que, como nunca, la expectativa de vida es la más alta; que la inversión externa es la mayor en la historia; que el ingreso por turismo es histórico y que México es el lugar siete del mundo en visitantes; que tenemos el mayor ingreso de la historia por exportación de manufacturas?
¿Desdeñaremos que gracias a reformas como la de telecomunicaciones somos una de las sociedades con el mayor número de ciudadanos con acceso a Internet, en donde la telefonía y los datos representan el menor costo; una sociedad con más automóviles per cápita, con el menor desempleo de los países de la OCDE?
Sí, vivimos uno de los momentos más cuestionables en seguridad y violencia. Sin embargo, el puntero en las encuestas no es garantía de mejora en ese rubro. ¿Por qué? Porque cuando gobernó el DF, la misma sociedad que hoy lo tiene en la cresta de las encuestas se movilizó en la manifestación ciudadana más numerosa en la historia, contra la inseguridad, el secuestro, los delitos patrimoniales.
¿Qué clase de sociedad somos si a pesar de todas las señales y todas las advertencias –de que habrá “chingadazos”, que deambulará “suelto el tigre” y podríamos “ver al demonio”–, votaremos por quien promete llevarnos al populismo de Luis Echeverría y López Portillo, al clientelismo de Chávez y Maduro y que cancela libertades fundamentales como la de expresión?
¿Qué sociedad somos al enmudecer cuando frente a nosotros la claque del puntero presiona a los medios para despedir a los críticos del que encabeza las encuestas?
No es caso aislado el de Rubén Cortes, de La Razón. En la mira están todos los críticos del puntero y en algunos hemos sido purgados mediante el linchamiento y la amenaza a los medios.
¿Qué sociedad somos cuando callamos ante el penoso espectáculo de Televisa, Azteca, Milenio, Reforma, La Jornada, La Razón y muchos otros medios en donde la línea editorial es la sumisión al dictador que viene?
Por lo bajo, periodistas, analistas e intelectuales se avergüenzan, pero en público todos callan; silencio de complicidad. ¿Nos volvimos locos?
Al tiempo.