De entrada, el próximo Presidente de México tiene que advertir que no es un dictador. Esta simple declaración es todo un manifiesto.

Como sea, ya sin la presión de tratar de conseguir adeptos entre los más temerosos e indecisos, ya con un inédito 53% de los votos en la bolsa, el virtual Presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, prometió respeto pleno a las libertades individuales.

Libre asociación, libre expresión y manifestación de ideas. Libertad para emprender, respeto a la autonomía del Banco de México y respeto a la estabilidad macroeconómica.

Parte de lo que muchos espantados ciudadanos e inversionistas querían escuchar ya fuera de los discursos de obtención de votos.

Claro que todo esto tiene que avalarse con los planes de gobierno, con la calidad de los nombramientos de las personas que habrán de acompañarlo en el ejercicio del poder y con los planes que tenga de iniciativas de ley que pretenda enviar al Congreso, donde tendrá una aplastante mayoría.

Tendrá que haber congruencia entre esas palabras iniciales y los hechos. Y sobre todo entre el discurso y las acciones.

Pero hay que tomarle la palabra y exigirle que su gobierno esté abierto a las críticas y al disentimiento. Que no sean tiempos de una sola voz y gobernados obedientes.

Éste ha sido un país de altibajos en la asimilación de los funcionarios públicos de la crítica de los medios. Desde la apertura total en los tiempos de Vicente Fox, hasta sus matices actuales. Pero todos tolerantes con las voces disidentes.

En materia económica, por ejemplo, no somos pocos los preocupados por el futuro de la salud macroeconómica del país, por el riesgo que implica que un mal manejo de las cuentas públicas pueda afectar el crecimiento.

Por supuesto que hay diferencias ideológicas profundas, parte de pluralidad, pero más allá de esto hay un tema de matemáticas simples: cuánto ganas y cuánto gastas.

¿Cuántos son los ingresos presupuestales y cuántos los requerimientos de gasto? Y si hay una diferencia negativa, ¿se cubre con aumento de la carga fiscal, con una reducción en otros rubros del gasto o con deuda?

Hay que dejar de lado las exageraciones de campaña que equiparan el futuro de este país con la situación de los venezolanos o con invocar las peores calamidades sin conocer primero los verdaderos alcances del personaje.

Pero sí hay que exigir que los que llegan sean totalmente transparentes en el manejo de las finanzas públicas y que no pretendan cohesionar a los que piensan diferente o a los que señalen alguna evidencia de un inapropiado manejo financiero.

En el discurso de esta campaña, muy diferente al de las dos campañas previas, López Obrador habló del valor de la salud macroeconómica. Su mensaje tras la vitoria refrenda ese convencimiento, al tiempo que garantiza las libertades sociales.

Así que no debe haber más problema para que los ciudadanos puedan ser vigilantes y denunciantes de cualquier desvío del camino de la estabilidad macroeconómica que tanto trabajo le ha costado a este país.