Los que van a llegar al poder insisten en que el país habrá de mantener la libre flotación de la moneda. Más de uno entonces se pregunta si llegaron a considerar un control de cambios entre sus planes.
Eso que dicen los vencedores no es otra cosa que una muestra de que todos los valores económico-financieros que se daban por descontados merecen un refrendo.
La reacción de los mercados mexicanos hasta ahora, incluida la espectacular recuperación del peso frente al dólar de más de 50 centavos en un solo día, no es una carta blanca a las políticas macroeconómicas del próximo gobierno, simplemente porque nadie las conoce.
Si tomamos la paridad peso-dólar, primero hay que decir que son muchos los factores que influyen en su movimiento, en todo caso lo que sucedió en los días previos a la elección fue el descuento del resultado.
La depreciación de las semanas previas al día de los comicios avalaba el resultado que adelantaban las encuestas y la recuperación del peso durante esos días previos al domingo pasado garantizaban un periodo postelectoral sin conflictos.
No hay que olvidar que los vencedores amenazaron con desatar tigres y demonios si perdían. Su triunfo aplacó a las huestes más violentas. Sólo nos dejaron al gatito poblano que mostró que los de Morena siempre serán iguales. Miguel Barbosa perdió la elección de gobernador y sus simpatizantes desataron la violencia. Eso es lo que hacen cuando pierden.
Pero en general, la tranquilidad postelectoral impulsada por ese mensaje de José Antonio Meade poco después de las ocho de la noche del domingo 1 de julio es lo que mereció el reconocimiento de los mercados.
El primer discurso del ganador de la contienda presidencial ayudó a tranquilizar las inquietas aguas financieras. Ese adelanto de Andrés Manuel López Obrador de no jugar con el tipo de cambio, de respetar la autonomía del Banco de México, de buscar el equilibrio fiscal. Todos esos mensajes sirvieron para dar un poco de paz a los temerosos inversionistas.
La reunión del presidente Enrique Peña Nieto y el virtual Presidente electo fue la cereza en el pastel para la estabilidad de los mercados.
Se adelantaba con las imágenes de cordialidad y los mensajes posteriores de que estamos en la antesala de un relevo presidencial en paz, con orden y sin sobresaltos.
Pero nada más. No hay un aval a ninguna otra cosa.
Empieza ya a haber mensajes contradictorios en el manejo de la economía. Por ejemplo, ya no se van a congelar los precios de las gasolinas, ya se matizó aquello de los precios de garantía, se ha dejado de lado el discurso de aniquilar la reforma energética y hasta el nuevo aeropuerto podría salvarse; esto es un cambio positivo en el discurso.
Pero al mismo tiempo se insiste en programas de gasto que parecen excesivos, hay imprecisiones con el tema del manejo de la deuda pública y hay cálculos de inflaciones más altas que las que estima el autónomo Banco de México. Ahí hay focos amarillos.
No, no hay un aval de los mercados. Hay atención detallada del rumbo que quieran tomar.