Decio de María, presidente de la Femexfut, regresa de la Rusia mundialista y explica la derrota de México en el cuarto partido, la séptima en siete mundiales, esa condena, en términos de actitud, de mentalidad: que no logramos superar esa “barrera psicológica”, fueron sus palabras. Es una idea muy arraigada y nada nueva. El técnico Miguel Herrera, hace cuatro años, elogió, en efecto, el buen trabajo de la selección que perdió con más decoro, en términos de “huevos”.  Es, a fin de cuentas, la idea que subyace al “Imaginemos cosas chingonas, carajo” del Chicharito, una genialidad que empezó como grito de guerra y terminó como epitafio porque le faltó un componente: el vínculo con la realidad.

 

Y es que ¿vieron el partido contra Brasil? No creo que nos haya faltado mentalidad ganadora. México salió, entronamente, a robarle el balón a los contrarios y llevarlo a su cancha, con presión adelante, de manera agresiva, propositiva. La ilusión duró 20 minutos. ¿Por qué? Porque los brasileños son mejores. Mucho mejores. Porque no les pasa, como a los nuestros, que se equivocan una y otra vez, desesperantemente, a la hora del último pase. Porque no repiten una y otra vez el calcetinazo desde la orilla del área o el patadón hasta la tribuna. Porque no reinciden en el dribling de más, queridos Chucky, Vela. Porque, en fin, están un par de escalones más arriba que nosotros. Son Top 5, no Top 15 o 20.

 

En otras palabras, pasa que el deseo no basta. Vean a los argentinos, que no se han enterado de que su futbol ha decaído sensiblemente en los últimos 15 o 20 años. Las ganas, la cobertura de teflón que los protege de la conciencia de su mediocridad, les alcanzó para calificar de panzazo, tras ganarle a Nigeria, y para anotarle tres goles a Francia que, sin embargo, no nada más los regresó a casa: los bailó. Igual con los nuestros. No es un mal equipo: tenemos más jugadores que nunca en Europa, gente con oficio, entusiasmo. Damos batalla. Pero no tenemos un grupo capaz de ganar una Copa del Mundo. Llegó la hora de imaginar tantas cosas chingonas. Si una frase resume nuestro papel en Rusia es: la derrota de la voluntad, el reverso del título de aquella pieza genial de propaganda nazi que dirigió la legendaria cineasta Lenni Riefenstal, en días de Hitler.

Y es que –me adelanto a su pregunta–, sí: lo que aplica para el deporte, aplica para el gobierno de un país: querer no es suficiente. El voluntarismo, término que sintetiza bien esa creencia en que la fe mueve montañas, es peligroso. La esperanza, solita, es una virtud envenenada.