Nos pasa todo el tiempo con la Selección Mexicana de futbol soccer, cuando ganan, así como lo hicieron frente a Alemania, se convierten en candidatos naturales a ser campeones del mundo.
Ah, pero cuando pierden, como lo hicieron frente a Brasil, entonces son los mismos ratones verdes de siempre, incapaces de llegar al quinto partido, y lo primero que hacemos es quemar en leña verde al director técnico. Los despreciamos y nos frustramos.
Esa visión sin matices, de blanco y negro, rige la vida cotidiana en muchos aspectos, incluida la política.
En medio de esos extremos, hay una virtud que resaltar tras las elecciones del 1 de julio. A diferencia de otros procesos electorales presidenciales pasados, ahora los derrotados asumieron su resultado y respaldaron al ganador.
También hay que decir que este tiempo de paz postelectoral, como no habíamos visto antes en los tiempos democráticos, se debe a que los rijosos ganaron. No hay quien busque el pleito y el rompimiento.
Aunque claro está que nos dejaron al candidato derrotado de Morena en Puebla, Luis Miguel Barbosa, como muestra de que ellos realmente no cambian cuando pierden en las urnas. Quieren por la mala lo que no consiguieron con votos. Esto queda ahí como una advertencia futura.
Pero en el resto del país, la primera semana ha sido de paz total. De un mensaje de reconciliación por parte del ganador y de los grupos que en su momento se le opusieron.
Estos primeros días tras las elecciones son como la golondrina que no hace verano.
De entrada, hay muchos confundidos y deslumbrados con el comportamiento del tipo de cambio. Es verdad que si algo aprecian los mercados es la tranquilidad y la predictibilidad, pero el peso no se ha recuperado frente al dólar gracias a López Obrador.
Los mercados, que atienden a innumerables factores externos, premian en todo caso la paz de la transición. Por lo demás no tienen idea de lo que sigue para el país.
Es un hecho que vienen muchos cambios respecto a lo que hemos visto en gobiernos anteriores. De entrada, en la manera de comunicar los hechos.
Ya tendrán que aprender a administrar sus declaraciones para evitar que se generen falsas expectativas o incluso ataques de pánico financiero ante una ocurrencia declarativa.
Por ejemplo, en materia económica. ¿Se van a dejar los precios de las gasolinas como están?, ¿realmente debemos esperar más inflación el próximo año?, ¿se mantiene la construcción del nuevo aeropuerto?
Todas estas preguntas han tenido respuesta durante los días posteriores a la elección, pero ninguna de esas declaraciones está plasmada en plan de gobierno que tenga el visto bueno de López Obrador, por lo tanto, no son indicios serios.
No sabemos realmente nada del futuro económico de este país, porque los dichos y hasta las contradicciones señaladas hasta hoy son parte del natural desorden que acompaña al triunfo.
Por lo tanto, no demos nada por sentado hasta que no tenga el visto bueno del próximo Presidente.