Ante los bajos resultados obtenidos por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en los recientes comicios electorales, es claro que debemos entrar en un proceso de reformulación. Líderes y dirigentes debemos emprender un proceso de análisis y reflexión sobre los nuevos rumbos y acciones urgentes que permitan refundar al sol azteca. Tenemos que asumir de manera autocrítica la lección que nos ha dado la ciudadanía; es claro que no se estuvo a la altura de las circunstancias. Las nuevas condiciones del país requieren de nuevas ideas y nuevas caras, por lo que también se debe considerar un relevo generacional en el instituto político.
Parte de ese análisis se encuentra también en la postura que el partido debe adoptar ante el nuevo gobierno del país y de la ciudad, así como la elaboración de una agenda para la actual coyuntura política. Debemos plantearnos ser una oposición crítica, pero responsable, con una agenda social y política propia en favor de la ciudadanía. Será una tarea ardua, pero necesaria para ganar credibilidad y legitimidad a nuestros nuevos objetivos. Debemos redefinir nuestro proyecto, repensar nuestra forma de organización. Necesitamos que el PRD vuelva a estar presente en los movimientos sociales, trabajando codo a codo con la ciudadanía que se articula en organizaciones vecinales, profesionales o no gubernamentales.
Tenemos que ofrecer propuestas claras a los problemas de la sociedad. Nos corresponde desde la oposición activa proponer medidas e iniciativas eficaces para remontar el estado de desigualdad y pobreza que padece el país. Nuestra ubicación a la izquierda del espectro político nos compromete a remontar y reformular lo sucedido el 1 de julio pasado.
En nuestro análisis debemos ser muy autocríticos y reconocer la mala gestión de nuestros gobiernos. Así como se sancionó negativamente la gestión federal, en la Ciudad de México se pasó factura por la mala administración y las malas decisiones. Es evidente que lograr un nuevo estatus en la Ciudad de México, tener una nueva Constitución, contar con una nueva administración en las alcaldías y un nuevo Congreso para la CDMX no pesaron en el ánimo social. Al contrario, las decisiones erróneas, la marcada distancia con los capitalinos y sobre todo las respuestas fallidas, a destiempo e incluso contrarias a la ciudadanía, fueron lo que determinó la decisión en la CDMX.
Entiéndase bien, no se trata de ajustes de cuentas o de guerras intestinas. Simplemente, como demócratas, se trata de entender que la ciudadanía nos ha colocado en la oposición y como tal tenemos la responsabilidad de proyectar ser una alternativa de gobierno desde la izquierda, responsable y moderando los tonos cuando las circunstancias así lo requieran.