La lucha por el control del PRI está en marcha.
Con un problema:
Es un partido sin la vigorosa columna vertebral de su pasado ni las organizaciones fuertes como antaño lo fueron las centrales campesinas, obreras y populares.
Esto impide movimientos de expresión robustos, pero también hace imposible determinar hacia dónde se va a conducir cuando se levante del golpe recibido el 1 de julio.
La corriente de presión más identificada hasta ahora es la encabezada por Ulises Ruiz y César Augusto Santiago, quienes claman nueva dirigencia y refundación.
Ellos culpan directamente al presidente Enrique Peña de la peor derrota priista en la historia por los errores de su gobierno, la estela de corrupción y el mal manejo del partido en el sexenio.
Por ahí se fue la esperanza de tener un dirigente y un candidato propios, pues como atinadamente advirtió Emilio Gamboa meses antes de las votaciones, había repudio al PRI.
Y posteriormente a ellas, descalificó las reformas estatutarias con un diagnóstico exacto:
-Nos dimos un balazo en el pie.
La reforma deberá esperar
Poco a poco los priistas empiezan a centrar el debate:
-¿Cómo independizar al PRI del Presidente de la República?
Para su fortuna, ya no tienen ni candidato ni dirigentes ajenos y su actual presidente, René Juárez Cisneros, ha iniciado una consulta con la militancia para determinar acciones.
“Etapa de reflexión”, le llama.
Pronto tendrá un diagnóstico “de los cómos, hacia dónde, para luego entrar a un periodo de redefinición de la nueva dirigencia hacia el futuro”.
Aceptada la humillación, una humillación de la cual no participó porque encontró a un Partido Revolucionario Institucional inexistente, lo primero fue tomar los restos visibles y unirlos.
Juárez Cisneros logró conciliarlos y le dieron la confianza para continuar y conducir el debate hacia una reforma mayor a la impulsada por Luis Donaldo Colosio tras la crisis de 1988.
Pero Juárez Cisneros obtuvo algo más valioso: tiempo.
Porque, lo saben él y los políticos de oficio, no es posible alcanzar la independencia con un Presidente decidido, como dijo al gabinete y a los gobernadores priistas, a ejercer el poder hasta el 30 de noviembre.
Dicho de otra manera: la reforma priista esperará al próximo sexenio.
¿Amigo o enemigo de AMLO?
1. Todo marchaba bien para Andrés Manuel López.
Pero de repente llegó el Partido Encuentro Social (PES) a manchar la luna de miel del tabasqueño con el poder.
Impugnó las elecciones en varios lugares porque, asegura el negoc… no, el partido de Hugo Eric Flores, le regatearon votos y por eso perdió el registro.
Esto detuvo el trabajo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), cuyos magistrados estaban decididos a entregar con celeridad la constancia presidencial a López.
Ni modo: él tiene la culpa de sus malas compañías.
2. El triunfo del tabasqueño marca otro regreso.
Raymundo Collins, segundo de Marcelo Ebrard en la Secretaría de Seguridad Pública del desaparecido Distrito Federal, reaparecerá como titular de esa dependencia.
Enrique Peña no pondrá ninguna objeción para facilitar desde ahora el relevo gubernativo en la capital.