El desánimo entre buena parte de la clase política es palpable. Los políticos se quejan de que electores le entregaron todo al candidato de Morena y que, con esa mayoría, podrá hacer todo, incluso destruir al país, dicen con resignación.
Pero lo cierto es que no todo está perdido.
Pocos, como Luis María Aguilar -presidente de la Suprema Corte-, entienden los peligros del poder absoluto, entregado a un solo hombre; pocos ven tan claro el riesgo de la ausencia de contrapesos y equilibrios en el poder presidencial y pocos se atreven a decirlo con claridad; no tiene todo el poder, presidente Obrador.
Por eso, el también jefe de la Judicatura Federal sostuvo -con tibieza, pero con claridad- que la Suprema Corte será el último reducto de los contrapesos en una democracia en peligro, ante el poder sin límite del nuevo mandatario.
Así lo dijo Luis María Aguilar, el presidente de la Corte: “La independencia del Poder Judicial es la garantía del equilibrio de poderes”, en un mensaje con clara dedicatoria al nuevo Jefe del Ejecutivo Federal, al que pareció decirle: “No tiene todo el poder para hacer lo que le plazca, señor Presidente”.
Y es que el jefe de la Corte -del Poder Judicial- entiende que dos de los tres Poderes de la Unión están en el puño de López Obrador –el Ejecutivo y el Legislativo-, además de que también tiene en sus manos la mayoría constitucional de los Congresos estatales.
Pero ése no es todo el poder en manos de López Obrador. Por si no fuera suficiente, el nuevo Presidente también tiene bajo control el mal llamado “cuarto poder”. ¿Y cuál es ese poder? Casi nada, el poder de los medios, en general.
Y, en efecto, Obrador no sólo tiene el control del Congreso y del Ejecutivo. No sólo domina la mayoría de los Congresos estatales, sino también tiene el control de buena parte de los medios; de la prensa, las redes, digitales y, sobre todo, a los concesionarios de la radio y la televisión.
En efecto, ante el grosero sometimiento de los medios, ante el amedrentamiento de las voces críticas, ante el chantaje a concesionarios de radio y televisión, se agrandan las voces como la del ministro José María Aguilar, presidente de la Suprema Corte. ¿Por qué?
Porque si bien el presidente Obrador podrá llegar a extremos como ordenar el fin de todas las reformas del gobierno de Peña y podrá utilizar su mayoría en el Congreso y los Congresos estatales para enmendar la constitución, lo cierto es que existe un último reducto que es la Corte, para recurrir a las controversias constitucionales, todo ello a pesar de que algunos ministros son probados lopistas.
Lo curioso es que en dictaduras latinoamericanas y en populismos europeos –como los casos venezolano y polaco, respectivamente-, el Supremo –el Tribunal Supremo- ha sido el último reducto institucional para contener a los tiranos.
Y en el caso mexicano parece no ser la excepción; no todo está perdido mientras la Corte goce de cabal salud.
Al tiempo.