Es increíble cómo muchos analistas le toman una fotografía a la paridad peso-dólar en estos momentos y se atreven a asegurar que la fortaleza que ha logrado la moneda es gracias al efecto Andrés Manuel López Obrador.
Ciertamente se han disipado algunos de los peores miedos que durante 12 años generó el candidato López Obrador, pero esa sensación de alivio no necesariamente explica toda la apreciación cambiaria.
Si creen que tiene que ver con esta luna de miel en la que se ha convertido este periodo de transición, el enamoramiento del peso será temporal, porque realmente hay que esperar a ver cómo funcionan todos los planes que tiene la siguiente administración.
Y si creen que el amor del peso a AMLO es por el gobierno que empezará hasta el 1 de diciembre, estaríamos otra vez ante los que piensan que la bola de cristal rige los mercados financieros.
A muchos de los seguidores originales del lopezobradorismo y a una buena parte de los conversos postelectorales les va a molestar enterarse que la fortaleza actual de la moneda mexicana tiene más que ver con la actitud del gobierno de Enrique Peña Nieto ante el resultado electoral.
De entrada, hay que ubicarnos en la realidad de que los mercados financieros tienen movimientos en el día a día y no están esperando inmóviles a lo que ocurra dentro de cuatro meses y medio.
Hoy, el peso mexicano tiene mucha más influencia de la guerra comercial de Donald Trump con China y la Unión Europea que de cada movimiento de la casa de transición del virtual Presidente electo.
Hay tensión por el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ante los cambiantes estados de ánimo del mandatario estadounidense, pero las apuestas son a que podrá completarse la renegociación incluso antes de la toma de posesión de López Obrador.
En cuanto a la parte interna y tras la jornada electoral, el panorama que tienen los mercados es el de un grupo ganador que arrasó en las urnas y que no pueden estar sino eufóricos con su triunfo.
Pero por los antecedentes de la democracia mexicana, la atención estaba puesta en los derrotados. Y éstos lo que hicieron fue aceptar plenamente su descalabro, y en el caso del Gobierno federal, abrir de par en par las puertas a los vencedores para que preparen su llegada.
Esa actitud de los vencidos es lo que hoy califica muy bien el mercado, esa disposición del gobierno del presidente Peña Nieto de ayudar en todo lo que esté a su alcance para que los que lleguen junto con el próximo Presidente tengan todos los elementos para gobernar.
La economía es estable, hay crecimiento, la salud financiera es aceptable y los que se van entregarán buenas cuentas financieras. Eso sí aporta estabilidad cambiaria.
Los nuevos “Amlovers” tendrán que esperar a que se estrene el próximo gobierno e implemente su plan de gobierno para, entonces sí, saber si el efecto AMLO es tan bueno y positivo con los mercados, en especial con la paridad del peso.