En una democracia consolidada, la crítica y la libertad para disentir deben ser fundamentales, y su libre ejercicio debe ser respetado y protegido por todos los medios que el Estado tenga a la mano.
Por su parte, los funcionarios de gobierno deben tener la capacidad de aceptar y entender que la crítica no constituye un juicio personal, sino la manera en que la sociedad manifiesta la necesidad de intensificar el rumbo o rechaza la dirección que los gobernantes han elegido para el futuro del país.
A cinco meses de distancia para que Andrés Manuel López Obrador asuma como Presidente de México, es indispensable que al interior de su equipo se lleve a cabo una profunda reflexión al respecto, pues por un lado deberán guiar a sus seguidores por el camino de la empatía y la tolerancia, terreno en el que han demostrado algunas carencias; mientras que en el segundo carril, deberán evitar que su gobierno caiga ante cualquier tentación de censurar o silenciar tanto a medios como a críticos del sistema.
En este sentido, el próximo Presidente de nuestro país y los miembros de su gabinete deberán alejarse de cualquier deseo de utilizar la mayoría que los ciudadanos les dieron el 1 de julio pasado en la elección presidencial y del Congreso de la Unión para ignorar o, mucho peor, tratar de silenciar las críticas y tomar a los opositores como enemigos, en lugar de ubicarlos como legítimos voceros de una sociedad que no es unánime, sino que tiene sectores que piensan diferente.
La autocrítica constante, incluso permanente, deberá acompañarlos en su labor diaria, pues tendrán que identificar la diferencia entre la libre expresión y el oportunismo de quienes antes denostaban a cualquier miembro de Morena y al proyecto de López Obrador, y mañana lo aplaudan y le encuentren virtudes que pudieran o no tener.
Llegar al poder con el respaldo de la mayoría del voto y con una considerable mayoría puede ser una victoria en el presente, pero sin duda conlleva una mayor responsabilidad en el futuro.
En este contexto, el respeto a la libertad de expresión y a los medios de comunicación es fundamental, pues son contralores, observadores sociales que señalan las fallas o desviaciones de gobiernos, funcionarios y autoridades; sería un grave error buscar en ellos el aplauso de los seguidores en las redes sociales o la artificial unanimidad del pasado priista.
Otro análisis profundo debe hacerse a la propuesta, que en aras de austeridad, propone la centralización de las áreas de Comunicación Social, la cual deberá tomar en cuenta que la cantidad de información que debe generar un gobierno para dar a conocer avances, proyectos, propuestas, apoyos y actividades, entre otras cosas, requiere de personal que la estructura difunda y elija los mejores canales para llegar a la ciudadanía.
En este terreno, los pronósticos son que no habrá dividendos positivos, pues de manera natural las oficinas de gobierno y sus titulares tendrán que construir estructuras paralelas para dar a conocer sus logros y establecer los canales de comunicación con los medios, lo que sólo abona a la simulación y la distorsión de las estructuras de gobierno.