Lo peor que le podía pasar a México está ocurriendo: que desaparezca la oposición.
Atolondrados aún por el avasallamiento de Morena, nadie del PRI o el PRD, ni del Verde, han salido públicamente a criticar las decisiones que está anunciando –no las ha tomado porque aún no rinde protesta- Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que algunas de ellas son francamente inviables o de la Constitución.
Dice el futuro Presidente que se descentralizarán las dependencias públicas aun en perjuicio de los trabajadores, muchos de ellos con una antigüedad superior a los 20 años y el líder de la FSTSE, Joel Ayala Almeida, se queda callado.
Y si el líder de los trabajadores al servicio del Estado hace un conveniente mutis, ¿qué se puede esperar de otros presuntos líderes obreros?
López Obrador adelantó que los empleados de confianza trabajarán incluso los sábados –hacer trabajar a un sindicalizado en sábado es un milagro- o aumentarles las jornadas cuando eso es anticonstitucional.
Ni qué decir de la lastimosa propuesta de llevar a consulta la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.
No preocupa la consulta –cuyo resultado lo sabemos de antemano hoy.
Preocupa el desconocimiento rampante de la ley de quienes serán los servidores públicos de primer nivel a partir del 1 de diciembre.
¿O es que Javier Jiménez Espriú desconocía que la consulta la tiene que organizar el INE sólo cuando hay una elección, que tiene que ser propuesta por el Presidente –López Obrador rinde protesta el 1 de diciembre y la “consulta’’ la propuso para octubre-, por 33% de los diputados o senadores o por 2% de los ciudadanos inscritos en la lista nominal del INE?
¿De verdad el futuro secretario de Comunicaciones pretende poner a discusión un proyecto que requiere conocimientos técnicos especializados entre una mayoría analfabeta sobre el tema?
Pero nadie en la oposición, ni el PRI, ni el PRD ni el PAN, han querido incomodar con el pétalo de una crítica al futuro gobierno.
O quizá están muy ocupados tratando de rescatar lo que queda de sus ruinas.
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Que el jefe de Gobierno, José Ramón Amieva, esperó la recomendación del equipo de campaña de López Obrador para, por fin, proponer a Raymundo Collins como secretario de Seguridad Pública de la capital.
La idea es que Collins se quede ya con Claudia Sheinbaum como responsable de la Policía capitalina, aunque algunas voces dentro de Morena aseguran que entre la jefa de Gobierno electa y el secretario propuesto no hay una buena relación, sino todo lo contrario.
Collins fue subsecretario de Seguridad Pública cuando Marcelo Ebrard era el titular de la dependencia; de ahí que se diga que la propuesta fue palomeada por AMLO a petición de su futuro canciller.
Ya algunos medios han publicado algunos antecedentes poco claros de Collins; aparentemente ello no le impedirá tomar posesión del cargo.
La decisión es de Peña Nieto, pero seguramente no le va a negar un nombramiento a su sucesor.
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Ayer circuló nuevamente en redes el supuesto nombramiento del general en retiro Audomaro Martínez Zapata como próximo secretario de la Defensa Nacional.
El militar ya aclaró que no busca el cargo, aunque se le ha visto muy frecuentemente en el edificio de la Sedena; su papel es el de cabildero.
Pero los rumores siguen.
Por cierto, resultó ser fake news la supuesta reunión de López Obrador con tres mandos de la Secretaría de Marina, candidatos a dirigir la dependencia.