Para tratar de salir al paso del oso que se aventó frente al Presidente de Rusia, Donald Trump se refugió detrás de la fortaleza de la economía de Estados Unidos como para disimular que todo está de maravilla.
La economía estadounidense se encuentra más fuerte que nunca, tuiteó Trump justo en medio de la tormenta que generó tras la arrastrada diplomática que le puso el mandatario ruso, Vladimir Putin.
Es verdad que por ahora la economía estadounidense se ve en un gran momento de expansión. El crecimiento económico es aceptable, hay niveles de pleno empleo y la inflación está justo en el nivel donde la quiere ver la Reserva Federal (Fed).
Más allá de que Trump se quiere adjudicar como un triunfo personal algo que corresponde a los ciclos mismos de la economía norteamericana, es un hecho que su gobierno le puso esteroides fiscales a esa fase de expansión.
Los estímulos de la reforma fiscal han potenciado la actividad económica y hasta cierto punto compensado los daños, también provocados por el propio Donald Trump, en materia comercial.
La guerra arancelaria tiene repercusiones locales en precios, empleos e inversiones. Productos de acero más caros para los consumidores, exportaciones inciertas por la respuesta de los compradores globales y disminución de los flujos de inversión por lo impredecible que es Donald Trump.
Toda esta incertidumbre provocada por el inquilino de la Casa Blanca hace que sea más difícil calcular el comportamiento monetario.
Los estímulos fiscales pueden calentar la economía y propiciar inflación, pero la guerra comercial de Trump puede empujar la economía a una recesión. En medio todo cabe, por lo tanto, es complicado que la Reserva Federal pueda plantear escenarios creíbles, cuando son factores subjetivos los que influyen.
En sus recientes comparecencias ante legisladores, el presidente de la Fed, Jerome Powell, suena precavido, rayando en lo errático, ante la imposibilidad de atinar a qué ritmo debe llevar la normalización de la política monetaria.
Una economía sólida, con pleno empleo, inflación creciente, pero estable llama a un aumento gradual de las tasas. Pero los riesgos que implican la guerra comercial global desatada por Trump puede hacer que la Fed se pare en seco con los aumentos en el costo del dinero y eventualmente revierta el camino.
Por lo menos, todas estas dudas sobre el futuro económico de los Estados Unidos se dan cuando ese país se ubica en la parte alta del ciclo económico. Los titubeos no se ven iguales cuando se dan en la cima donde están que cuando se presentan en el suelo de una recesión.
Pero la combinación de una condición recesiva con Donald Trump en la Presidencia debe ser una de las peores pesadillas que cualquier persona pueda tener.
Obviamente en los mercados, donde pesan tanto las palabras del presidente de la Reserva Federal, no quieren titubeos y quisieran caminos más rectos y predecibles.
Pero la predictibilidad y el sentido común han abandonado por ahora la conducción de la economía más grande del mundo.