“No me juzgues por mis éxitos, júzgame por las veces que me caí y volví a levantarme”, frase de Nelson Mandela, de quien ayer se celebró el centenario de su natalicio, que debería ser referente constante de los partidos políticos que hasta el 1 de julio pasado gozaban de mayorías en el Congreso; y que en seis semanas pasarán a formar parte de la “chiquillada legislativa”.
La ola lopezobradorista dejó heridos gravemente tanto al PRI como al PAN, institutos políticos cuya sobrevivencia depende de la velocidad con que logren sobreponerse a los resultados electorales pasados.
Se percibe difícil que en las cúpulas de sendos institutos políticos puedan avanzar de la repartición de culpas, a un verdadero análisis que los dirija a compartir la responsabilidad y erigirse como una oposición responsable, con la suficiente audacia para hacer frente a una abrumadora mayoría morenista.
En Insurgentes Norte siguen buscando al gran villano de la historia, que para un grupo encarna el ex dirigente Enrique Ochoa Reza, a quien le reclaman su próxima posición como diputado plurinominal e incluso le piden abandonarla.
Un análisis simplista de la derrota del PRI señala al único responsable y con flamígera falta de autocrítica le solicita renunciar a la curul, esto sin tomar en cuenta que el resto del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido cuenta con una posición asegurada en el Congreso; ejemplo de ello es que la ex secretaria general, Claudia Ruiz Massieu, se ubicó en el primer lugar del listado para las senadurías plurinominales, mientras que el ex secretario de organización, Rubén Moreira, irá a la Cámara de Diputados. Para algunos sería lógico que la solicitud que piden a una persona debería ser compartida por los liderazgos que estuvieron al frente del partido durante la campaña.
Desde la esquina de Amores y José María Rico, el PAN inició la lucha por los vestigios de la institución que para algunos grupos naufragó bajo la conducción de Ricardo Anaya y posteriormente de Damián Zepeda.
Es así como desde la esquina de la inquisición electoral algunas voces impulsan al calderonista Roberto Gil, mientras que del otro lado, levanta la mano Ernesto Ruffo.
Hay que señalar que también el PAN aseguró que las cabezas de la campaña tuvieran cabida en la próxima Legislatura, quienes ya se preparan también para buscar las coordinaciones del grupo parlamentario.
En el Senado, son tres los que levantan la mano: Zepeda, con la derrota presidencial a cuestas; el ex gobernador, Rafael Moreno Valle, con la credencial de un cuestionado e impugnado triunfo en Puebla, y Gustavo Madero.
En medio de acusaciones y confrontaciones, ninguno de estos partidos logra ubicarse en la nueva geografía política, cuyo relieve cambió después de que ni con una muralla (construida por dirigentes, estructuras, territorio o apoyo de Gobiernos estatales) hubiera podido detener el tsunami pejista.
La pregunta es: ¿hasta cuándo notarán que no hay murallas a prueba de tsunamis?, ¿hasta cuándo tendrán la capacidad de reaccionar ante un grupo que a cinco meses de tomar posesión se comporta como si ya estuviera gobernando, sin ningún contrapeso a la vista?