El futuro presidente está ansioso por gobernar: no pasa día sin que lance una propuesta, anuncie una política o firme un compromiso. Puesto que es suya la idea de la revocación de mandato, es decir la evaluación sistemática de su desempeño, podemos hacer un primer y apresurado corte de caja. Hay sombras: la componenda con los sindicatos, el mangoneo presidencialista a las cámaras, la necedad de las refinerías, la carga contra la reforma educativa y por supuesto el aval al fraude de Morena con el dinero de la reconstrucción. Pero hay luces. Es buena la disposición a hablar con los empresarios, por ejemplo. Y sobre todo, creo, es muy bueno el anuncio que hizo Olga Sánchez Cordero: que AMLO le había dado “carta abierta” para pacificar al país, lo que incluye un debate amplio sobre la legalización de las drogas.
Es un acto valiente y necesario. Valiente porque entre políticos se le teme a este debate, como al del aborto, en tanto se le atribuye una capacidad extraordinaria para bajar puntos de popularidad. Necesario porque, más allá de sus resultados tangibles, dice mucho de cómo entienden nuestros gobernantes que deben tratarnos. Lo de que la mariguana sea ilegal, de entrada, clama a los cielos: las cifras de muertes derivadas del tráfico ilegal son de escándalo, para no hablar del número de presos por el acto inocuo de fumarse un porro. Algo similar ocurre con la amapola, legal en muchos países y fuente única de ingresos para los campesinos de la sierra guerrerense. Respecto al resto de las drogas, puede discutirse hasta qué punto su despenalización contribuirá a pacificar al país. Probablemente no resulte una panacea, pero sin duda es un paso importante: los mercados negros siempre acarrean violencia. Lo que es un hecho es que el debate mismo, bien llevado, es positivo. Deben intervenir actores muy diversos: de la academia a las policías, abogados y médicos; legisladores y secretarios de Estado; economistas, por supuesto, y expertos tanto foráneos como locales. Y deben discutirse todos los ángulos del problema: los económicos, los legislativos y los policiacos, pero también los de salud y hasta los digamos filosóficos: no es una discusión menor entender los límites del derecho a hacer lo que nos plazca con nuestro cuerpo.
De entrada, la propuesta misma del debate dice algo positivo sobre quienes van a gobernarnos: contra las señales que han mandado otras veces, parecen saber que somos adultos capaces de tomar decisiones sin mantos paternalistas. No es poco.
Julio Patán