Estamos en medio de una peligrosa guerra comercial que amenaza con descarrilar el crecimiento mundial.
Y la peor parte es que estamos pegados a quien amenaza con provocar esta debacle global.
Los pronósticos del comportamiento del Producto Interno Bruto del mundo entero se han desacelerado por las acciones proteccionistas que ha emprendido el gobierno de Donald Trump.
Tan sólo en estos dos últimos días tenemos al mundo financiero pendiente de dos capítulos de su absurdo enfrentamiento con el planeta.
Ahí está la delegación europea tratando de hacer entrar en razón a Donald Trump sobre los daños autoinfligidos que se puede causar con la aplicación de aranceles al acero, al aluminio y posiblemente a los automóviles.
Y también hoy llegan a Washington los negociadores mexicanos y canadienses para intentar destrabar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, las cuales han sido boicoteadas por la intransigencia de las posturas de la Casa Blanca.
Y como colofón el propio Trump usa su arma de destrucción masiva favorita, Twitter, para abonar más al conflicto con China al llamarla maliciosa en su comercio.
Pero todo esto no puede ser lo peor. En medio de tantas tonterías cometidas por ese Gobierno hay una que no puede pasar desapercibida y que recién tomó el martes de esta semana.
Como una compensación a las represalias tomadas por los países afectados debido a los aranceles que impuso al acero y al aluminio, el Presidente de Estados Unidos anunció compensaciones a los productores agropecuarios de su país por 12 mil millones de dólares.
El pretexto de Trump es que, si el mundo deja de comprarle a sus agricultores, él saca la cartera de los recursos federales y les compensa lo que dejan de ganar, y de esa manera anula la represalia.
La verdadera lógica de esta medida se explica con el mapa electoral. Los principales beneficiarios de estos subsidios son los productores de soya. En las elecciones que llevaron a Trump a la Casa Blanca, el republicano ganó en 16 de los 18 estados productores de este grano. Votos pagados con dólares.
La medida es totalmente absurda y altamente peligrosa para los equilibrios comerciales estadounidenses.
China, por ejemplo, puso restricciones a la importación de soya estadounidense y México, a las manzanas de esa nación. Si hoy son subsidiados, los chinos, los mexicanos, los canadienses, los europeos pueden iniciar una ruleta de aranceles a otros productos, a ver si Estados Unidos tiene la capacidad de subsidiar a todo el mundo.
El peligroso ámbito de los subsidios hará que los productores norteamericanos pierdan mercados por recibir recursos que no serán eternos.
Va a provocar una burbuja en los mercados subsidiados que tronará rápidamente cuando no haya más dinero que traspasar. Podrá provocar que otros países justifiquen el destino de recursos para subvencionar sus propios cultivos, lo que regresará a este mundo a un escenario muy similar al que provocó la gran recesión de los años 30 del siglo pasado.