Hace 50 años, en el emblemático año de 1968, se sucedieron en el mundo diversos eventos que marcaron un parteaguas en la historia contemporánea. El reverendo Martin Luther King, predicador y condecorado con el Premio Nobel de la Paz por su labor en favor del pacifismo y por los derechos civiles de las personas de raza negra en los Estados Unidos de Norteamérica, es asesinado de un disparo. Por su labor es recordado como uno de los héroes de esa nación.
Un mes después, la ciudad de París era escenario de uno de los acontecimientos que marcaron la historia de Francia. En el mes de mayo se sucedieron huelgas y manifestaciones espontáneas, protestas que partieron de los movimientos estudiantiles y que se contagió a los sindicatos obreros, generando una manifestación jamás vista.
Meses más adelante, en agosto de 1968, los tanques soviéticos entraron en Checoslovaquia para liquidar las manifestaciones de rebeldía que habían brotado en lo que se conoce como la Primavera de Praga. También hubo revueltas en Japón, Polonia, Alemania e Italia, entre otros países.
En México, el gobierno de Díaz Ordaz ordenó una brutal represión a la manifestación estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, lo que produjo innumerables muertos y desaparecidos. Este caso, como en los anteriores, el rasgo distintivo que comparten los eventos descritos es que los protagonistas fueron los jóvenes, que a partir de entonces pasaron a convertirse en una categoría política que se manifestaba contra el autoritarismo y en favor de la democracia.
El 2 de octubre mexicano, sin duda, fue el más cruento y el que más víctimas arrojó. La consigna que reclama por no echar al olvido los sucesos del 2 de octubre de 1968 mexicano es vigente y el reclamo de aquellos jóvenes por ampliar el marco democrático es aún materia pendiente. Si bien la apertura y las ganancias dan un saldo positivo, los avances no han sido suficientes; en el camino se han quedado muchos pendientes, entre ellos, nada más y nada menos, el esclarecimiento de la matanza de aquel 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco.
A medio siglo de distancia, estamos ante la puerta para cerrar capítulos lamentables de la historia mexicana y abrir un nuevo comienzo con mejores perspectivas. En realidad deseo que no se desaproveche este momento.
El 2 de octubre no se olvida.