Cuando Andrés Manuel López Obrador perdió las elecciones para gobernador de Tabasco inició un movimiento de resistencia que llamó pacífico, el cual incluyó la toma de pozos petroleros y la suspensión del pago de los recibos de electricidad.
Esto derivó en un plantón en el Zócalo de la Ciudad de México, que culminó con una negociación con el secretario particular del regente del Distrito Federal de nombre Marcelo Ebrard.
Tras ese acuerdo secreto, abandonó la plancha de la Constitución, pero logró mantener la prebenda para miles de sus seguidores de que no pagaran el servicio eléctrico que sí usaban regularmente.
De hecho, en Tabasco, 70% de los usuarios de dicho servicio simplemente no paga la luz tras la movilización de López Obrador.
En un país que aspira a tener leyes que se respetan, ése es un adeudo que estarían obligados a pagar, porque en el resto del país, gente que es incluso más pobre que esos tabasqueños tiene que hacer sacrificios cada bimestre para pagar su recibo, si no quieren quedarse sin servicio.
Durante el próximo Gobierno esas personas que incumplen su obligación legal de pagar por un servicio que sí reciben, van a recibir un premio por ser la semilla de un movimiento político inspirado en la resistencia y la ruptura que ahora llegará al poder.
Los fieles lopezobradoristas en resistencia civil recibieron la promesa del virtual Presidente electo de contar con un borrón y cuenta nueva. Una promesa que ni siquiera el próximo director general de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, pudo explicar.
Este polémico personaje dijo que se trata de una medida para beneficiar a los que no pueden pagar. Bien, pues de ésos hay en todo el país, y muchos permanecen al corriente en sus pagos, a pesar de tener que hacer sacrificios para ello.
Es el sector eléctrico el que empieza a juntar las peores señales de lo que puede venir, sobre todo por el dogmatismo con el que se pretenden manejar los sectores estratégicos de la nación.
Toda esa moderación de la que fue capaz López Obrador durante las primeras semanas y que incluso alentó un mejor desempeño cambiario y expectativas positivas para la economía y la creación de empleos en el futuro, hoy se diluyen ante la duda.
El sector energético mexicano ya cambió, y hoy se rige por principios de mercado. El mercado eléctrico recoge enormes cantidades de recursos en los mercados financieros, y hoy los inversionistas están temerosos.
La firma Barclays anunció con total claridad que no está segura de cuáles serán las prioridades del señor Bartlett al frente de la CFE.
Nombrar a este octogenario político -de tan malos antecedentes y claro defensor de las políticas energéticas de mediados del siglo pasado- es un asunto de enorme preocupación para los que ya han arriesgado sus capitales.
No es un asunto de tolerancia política para que con todo ese enorme capital político regale la luz a los suyos y nombre a un impresentable en su gabinete; se trata de arriesgar la estabilidad financiera con pésimas decisiones que provoquen una desbandada de capitales.