Sí, tenemos un problema y es de gravedad: el futbolista mexicano continúa padeciendo una severa falta de valoración.
Registrar en el Mundial a una selección conformada mayoritariamente por elementos que militan en el extranjero, poco ha cambiado esta tendencia; la confianza escasea y es menor en relación con países que, no mucho tiempo atrás, parecían a la par o por debajo de México.

Pongamos, por ejemplo, a Colombia. Con apenas minutos de juego en su primer semestre con el Barcelona, el defensa Yerri Mina se ha ido al Everton a cambio de más de treinta millones de euros. Eso sin olvidar que varios clubes estelares tienen a colombianos (James en Mánchester United, Cuadrado en la Juventus, Radamel en Mónaco, Zapata en Milán, Muriel en Sevilla). Es decir, que el pasaporte de este país pesa hoy en el mercado europeo; no tanto como uno argentino, brasileño o, incluso, uruguayo, pero evidentemente va al alza.

Los veranos más movidos suelen ser los de Copa del Mundo por la vitrina que el certamen supone. Bajo tal contexto, sería de esperarse que más tricolores hubieran encontrado mejores oportunidades desde que culminó el torneo. Apenas Raúl Alonso Jiménez y Miguel Layún se han topado con nuevo acomodo, al tiempo que la abrumadora mayoría ve volar millones en todas direcciones sin que sean por sus servicios.
Guillermo Ochoa merece, sin duda, un sitio mejor que la liga de Bélgica, mas la operación al Nápoles aún no se ha consumado por cifras que parecen raquíticas si se les compara con el tenor del futbol actual (¡¿regatear tres millones de euros cuando un portero fue comprado esta semana por ochenta?!).

Lo de Diego Reyes es todavía más dramático, toda vez que para contar con él no hace falta el pago de un traspaso. Es común que desde seis meses antes de finalizar contrato, el futbolista que quedará libre disfrute de amplias alternativas en Europa, algo que no ha sucedido para el defensor (o, si ha sucedido, ha sido sin que le agraden las opciones surgidas). Se entiende, Diego tuvo una lesión que le privó del Mundial y eso pudo trastocar muchos planes, aunque sus cuatro años de experiencia en Portugal y España, aunados a su juventud, deberían traducirse en mejores horizontes.
El trabajo de esta generación, su picar de piedra, el probar su valía en los mayores escaparates, tendría que traducirse en mejor apreciación para los mexicanos que vengan después. Sin embargo, el rezago respecto a otras nacionalidades no termina.

Se ha logrado que muchos estén en el viejo continente, algo ya habitual en la última década; parece lejos el momento en que salten a los mejores cuadros y bajo montos más acordes al millonario mercado.

Twitter/albertolati

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