A Miguel Ángel Blanco le arrebató la vida un indeseable. Su asesino se llama Francisco Javier García Gaztelu Txapote. Un comando de la organización terrorista ETA le secuestró el 10 de julio de 1997. Sus asesinos exigieron al Gobierno que acercara a los terroristas de ETA a cárceles vascas. Ante la negativa gubernamental, el 12 de julio, el detrito humano de Txapote le metió dos tiros en la cabeza. El joven Miguel Ángel agonizó durante horas, y en la madrugada del 13 murió.

España, ante el ultimátum que dio la organización terrorista vasca, quedó conmocionada.
ETA le dio un plazo de 48 horas al Gobierno antes de ejecutar a Miguel Ángel. Fueron dos días en los que los españoles contuvimos el aliento.
En otro punto del País Vasco, en un bosque de la localidad de Lasarte, Miguel Ángel Blanco contaba las horas que le quedaban de vida. Sabía que terminaría siendo un mártir como también conocía que el gobierno de José María Aznar no cedería al chantaje de los terroristas.

Esas 48 horas se fueron consumiendo como los relojes de arena. No paraba de sudar miedo. Eso lo reveló la autopsia. Primero lo mataron psicológicamente. Después lo ajusticiaron.

Han pasado 21 años desde aquel asesinato que marcó una inflexión en ETA. Muchos terroristas crearon un cisma. No sólo estaban en contra, sino que repudiaron a Txapote y al comando que ejecutó a Miguel Ángel. Aquel asesinato comenzó a ser el principio del fin del terrorismo vasco que no ha conseguido nada, salvo acabar con 858 personas. ETA dejó una cicatriz indeleble en todos los españoles por un infierno que nadie merecía.

El gobierno de Pedro Sánchez ha acabado con la confianza de los españoles al acercar al País Vasco a los terroristas de ETA. Por eso asesinaron a Miguel Ángel Blanco. Por eso el gobierno del entonces presidente José María Aznar se negó a reagruparlos en penitenciarías vascas. Para terminarla de rematar, ahora el Gobierno acerca a los presos etarras a las cárceles vascas, justo por lo que asesinaron a Miguel Ángel.

El asesinato de Miguel Ángel no sirvió para nada. Sánchez está negociando con los independentistas catalanes y les da dinero de todos los españoles para financiar su independencia a costa de que le apoyen en el Congreso de los Diputados en Madrid. También está apoyando, de manera larvada, al independentismo vasco, siempre que le ayuden también en el Congreso.

Con esa política de acercamiento de los terroristas, Pedro Sánchez da a entender que se trata de una política de flexibilidad. Creo que no se trata tanto de flexibilizar la política penitenciaria, sino de echarse en los brazos del rancio nacionalismo vasco y catalán. Les da todo lo que piden -independentismo, dinero– con tal de que le apoyen para seguir en el poder.

Esto no puede seguir así, ya que ¿dónde queda la dignidad de los 858 asesinatos?, ¿dónde queda la protección de las más de dos mil familias que se encuentran en una situación vulnerable?, ¿dónde queda también el castigo que deberían cumplir los terroristas de ETA?, ¿quién les devuelve la vida a todos los muertos por ETA? Eso le da igual al Gobierno. Qué más da si sufren esas familias a las que ETA les arrebató a su marido, a su padre, a su hijo.

Maldigo cualquier crimen. Maldigo el terrorismo en cualquier faceta. Detesto la pérdida de respeto por querer imponer cualquier idea por la fuerza. El día que los terroristas entiendan que la libertad es el bien más preciado y que nadie la puede arrebatar, ese día comprenderán la certeza de ser auténticamente libres.

Miguel Ángel Blanco tuvo que sacrificar su vida por eso. Que no nos quiten ese bien, mucho menos que no nos lo quiten los execrables terroristas de una organización que nunca debió haber existido.