Con la finalidad de reducir el estrés previo al regreso a clases, capitalinos que transitan por el Centro de la Ciudad de México, acuden a las calles Gante, Motolinía y –algunas veces– a la Alameda, donde un grupo de masajistas con sillas de metal acojinadas se reúne cada fin de semana en espera de que “algún cliente adolorido se acerque para recibir un masaje”.
“Lo que hacemos nosotros es para vivir y, a la vez, ayudar a la gente para que no siga estresada”, explicó Manuel, un masajista pensionado que desde hace algunos años acude a la calle Gante para realizar su trabajo.
Uniformado con una bata verde, afirmó que “es un trabajo como todos porque tiene costo. (…) Tuve un accidente, entonces ésta es la única vía (económica) que tengo; es para completar”.
En promedio, cada masajista tiene entre 15 y 20 clientes por día, y dan dos tipos de servicio: el relajante, cuyo precio es de 50 pesos, y el quiropráctico, que cuesta 100 pesos.
“El que más piden es el quiropráctico. Ése es a nivel muscular y alineamiento de columna, omóplatos y brazos; se da cuando tienen algún problema como escoliosis, ciática, lumbago o esguinces. Lo piden mucho”, expresó.
Rocío, una mujer que se animó a contratar el servicio “porque venía de paso”, indicó que aunque a veces “es muy caro pagar por masajes, (…) la ventaja que le veo (a los masajistas del Centro) es que quedan de paso y pueden ayudar cuando uno trae molestias más fuertes, luego se hacen bolas o cuando uno se lastima, y el precio me parece justo”.
Sobre su empleo en las aceras, Manuel expresó que nunca le ha tocado que les pidan que dejen el espacio libre. “Esto lleva muchos años aquí, y es nuestra fuente de trabajo”.
Junto a él, sus compañeros llaman la atención con gritos y cartulinas, “pásele al masaje relajante antiestrés”, gritó un joven.
De acuerdo con el entrevistado, el servicio se presta de viernes a domingo, desde las 12:00 hasta las 20:00 horas.
Aunque no todos los masajistas que ahí se encuentran tienen experiencia previa en su labor, algunos se prepararon con cursos de quiropráctica. “Hay personas que no pueden ver, pero que han desarrollado otras habilidades con las manos y es aquí donde las usan”, afirmó Manuel.
fahl