Probablemente el área de la economía que más auge ha tenido en los últimos años es la economía del comportamiento (behavioural economics en inglés). A grandes rasgos, esta rama combina las teorías y modelos económicos con los conceptos de la psicología y de las ciencias del comportamiento en general para entender mejor el proceso de toma de decisiones de los agentes económicos. Así, mediante el uso del método científico y experimental, la economía del comportamiento permite conocer y entender mejor qué factores influyen en el comportamiento de los agentes y cómo se puede influir en el mismo, el cual en última instancia se ve reflejado en los mercados y en la asignación de recursos.
Dos economistas, Daniel Kahneman (2002) y Richard Thaler (2017) han sido laureados con el premio Nobel de Economía por sus investigaciones en esta área. No obstante, el auge de la economía del comportamiento se debe, en gran medida, a la posibilidad que brinda de encontrar soluciones prácticas a muchos y diversos problemas que enfrentan las sociedades y que en realidad trascienden el ámbito estrictamente económico. Por ejemplo, en el sector financiero se han desarrollado herramientas y soluciones para motivar a la gente a ahorrar más, para reducir sus niveles de endeudamiento o incrementar el uso de servicios en línea o móviles; en el sector transporte, se ha usado para promover modos de transporte más eficientes o comportamientos de manejo más seguros; en diversas industrias y sectores también se ha utilizado para mejorar procesos, incrementar la productividad y elevar la satisfacción del cliente, entre otros aspectos.
Otro ámbito en el que ha encontrado un campo fértil ha sido el de las políticas públicas, en donde soluciones innovadoras –a través de un enfoque basado en evidencia y el diseño de regulaciones inteligentes– han permitido cambiar comportamientos para mejorar el pago de impuestos, motivar el uso de seguros médicos, incrementar el ahorro para el retiro, hacer más eficiente el uso residencial del agua y la energía, incentivar el uso del transporte público, mejorar la planeación y la salud reproductiva, y optimizar el uso de las transferencias monetarias, entre muchos otros temas. Muchos gobiernos alrededor del mundo, principalmente de países desarrollados como el Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Australia, han incluso establecido unidades dentro del mismo gobierno para ayudar, mediante el desarrollo de conocimientos del comportamiento (behavioural insights en inglés), a diseñar y aplicar políticas públicas que funcionen mejor. De la misma forma, organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Mundial han establecido equipos y programas que trabajan con gobiernos y otras partes interesadas en el diagnóstico, análisis y evaluación de intervenciones públicas realizadas con base en conocimientos del comportamiento.
En México, el desarrollo de la economía del comportamiento es relativamente reciente, tanto a nivel académico como en su aplicación práctica a situaciones del ámbito público y privado. Sin embargo, existen ya algunas instituciones e iniciativas, relacionadas principalmente con la academia y el sector privado, que han empezado a desarrollarse y a ofrecer sus servicios. En la coyuntura actual, en la que el cambio de gobierno está a unos meses de distancia y temas como la corrupción, la reforma energética y la reforma educativa se encuentran en un lugar prominente de la agenda pública, resulta trascendente para el mejoramiento de la efectividad de las políticas públicas que el sector público también empiece a incorporar de manera más sistemática el enfoque y las herramientas de esta rama innovadora de la economía.
@JorLuVR