Durante un par de meses, incluso desde antes de que Cristiano Ronaldo fuera vendido como saldo pero más aun desde entonces, el aficionado merengue despertó a cada mañana ansioso por consultar los diarios madrileños: ¿qué súper estrella había comprado ya el Real Madrid?, ¿cuál era el nuevo milagro de Florentino Pérez?, ¿a los pies de qué santo galáctico se pondría el estadio Bernabéu?

Visto a primera hora en papel periódico que no se reportaban novedades en ese sentido, el devoto madridista aprovechaba cualquier pausa del día para verificarlo por enésima vez en internet: ¿alguien?, ¿Neymar de quien tanto se habló?, ¿Mbappe al que se daba por firmado un año atrás?, ¿Hazard que deslumbró en Rusia 2018?, ¿Lewandowski de quien se ha insistido que desea vestir de blanco? ¿Cavani que comenzó a sonar después? ¿Por lo menos, Icardi?

El colmo se dio cuando la única incorporación relevante sucedió en el preciso sitio en el que no existía necesidad: por supuesto, Thibaut Courtois es un portento bajo los postes, pero con el multicampeón de Europa Keylor Navas no había quien se preocupara por adquirir a un portero.

Así se llegó a este miércoles en el que resultaría tan burdo como simplista resumir la derrota a manos del Atlético en quienes se fueron (el líder dentro del campo, Cristiano, y el líder fuera del mismo, Zizou) y en quienes llegaron (por lo pronto, sólo Julen Lopetegui).

Como sea, hay una realidad: que, por talento o por casualidad, el Madrid de Zidane no perdió finales; que al equipo le ha faltado en ataque agresividad, personificada durante los pasados nueve años por el delantero que hizo en promedio un gol por partido; que, difícil dudarlo, hoy el Madrid luce más débil, con menos recursos, que unos meses atrás…, como ya hace un año se percibía lo mismo en relación con el curso precedente en el que salieron James, Morata, Pepe.

Por supuesto, varios pilares apenas van tomando ritmo: Modric, Varane, Ramos, Casemiro, Marcelo que propició el empate a dos con un error penoso. Sin embargo, bien hará el Madrid en desengañarse: aun conquistando esta Supercopa, como sí fue el caso en los pasados dos agostos, está corto de plantel y algo tendrá que remediar en muy pocos días.

Lopetegui no ha salido de Estonia señalado, aunque sin duda sí muy presionado. Lo mismo aplicará a quienes, en principio, habrán de cargar ofensivamente con el proyecto post-Cristiano.

Si durante dos meses la afición merengue ha consultado los rotativos madrileños como quien abre la cartera convencido de que encontrará más de lo que hay, a partir de ahora lo hará con una mezcla de súplica, urgencia y molestia.

Difícil reconocer al club más laureado del mundo, ese que por años deglutió los récords de fichajes más caros, ese que se obstinaba en tener hasta a tres estrellas en algunas posiciones, en esta institución caracterizada hoy sólo por la inmovilidad.
Para colmo, antes era el Madrid el que seducía a cracks ajenos con promesas de dinero y fama. Hoy hasta ese flirteo va en su contra: ya ven al Inter, sacando a bailar a Modric en frente de su pareja.
Twitter/albertolati

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