Publica Paco Ignacio Taibo II un libro que son dos, o dos libros en un volumen reversible con un diseño muy guapo. Se trata de una novela muy recomendable situada en la comunidad italiana que llegó a Veracruz durante el Porfiriato y que no comentaré aquí por falta de espacio, El olor de las magnolias, y de lo que llamaré la crónica de un reportaje, La libertad, la bicicleta, que es el que me ocupa.
En los años 50, en plena opresión franquista, el padre de PITII, Paco Ignacio Taibo I, un jiribilloso escritor de los que se ganan la vida en el periodismo y que terminó por hacer una sólida carrera en México con la pluma propia y con la ajena, porque también le entró a la edición, se lanzó a las carreteras para hacer cubrir una competencia de la que nada sabía, la Vuelta de España. Y se enganchó. El ciclismo terminó por metérsele en las venas a un hombre que, como tantos españoles, buscaba un poco de aire fresco entre tanta pesadumbre nacional-católica, otro nombre del fascismo, y lo encontró en las carreteras.
Décadas después, PITII, novelista policiaco y de las desventuras históricas de este país nuestro, biógrafo de Villa y el Che, estudioso del liberalismo del XIX, regresa a aquellas crónicas ciclísticas para hacer un libro tramposo. Y es que La libertad, la bicicleta parece y en buena medida es un juego nostálgico relajado y alegre, pero también, sin alardes, con desparpajo, es mucho más que eso. Es un libro que conforma, decía, una crónica de aquellos reportajes, un intento de reconstrucción de esos episodios.
También, claro, una carta de amor a su padre, aquel escritor encantador, en todos los sentidos. No en menor medida, es un acercamiento a aquella España cruel y pueblerina, que todavía chapoteaba en la sangre de las ejecuciones de postguerra y controlada por lo más siniestro del clero católico, avalador supremo de contenidos. Es, asimismo, una nueva narración de las varias vueltas que cubrió PITI, que incluso llegó a Francia; el relato tiene algo de remake, algo de reescritura. Y es desde luego otro homenaje: un homenaje al ciclismo, entre erudito y memorioso.
Estamos ante un librito gracioso y complejo, pues, que Paco Taibo escribió sin traicionar una de sus convicciones más arraigadas: no hacer una sola concesión al ejercicio físico. Y es que, escritor de raza, nuestro autor escribió este libro sin aprender a andar en bici. Le valdrá, entonces, muchos reconocimientos y muchos lectores, pero no, lamento informarles, ser admitido en la comunidad hipster.