Los negociadores chinos y estadounidenses trabajan en un plan para poner fin a una disputa comercial de gran alcance, que daría lugar a un encuentro entre el presidente Donald Trump y el líder chino Xi Jinping en noviembre próximo.
Una delegación de nueve miembros del gobierno de Beijing, encabezada por el viceministro de Comercio, Wang Shouwen, sostendrá reuniones con funcionarios estadounidenses encabezados por el subsecretario del Tesoro, David Malpass, el 22 y 23 de agosto, señaló un informe de The Wall Street Journal.
Los dos gobiernos anunciaron anteriormente el inicio de negociaciones comerciales de menor nivel destinadas a resolver una creciente guerra arancelaria que amenaza con engullir todo el comercio entre las dos economías más grandes del mundo.
Las dos economías más grandes del mundo han iniciado una guerra de aranceles por el orden de los 34 mil millones de dólares, y otros 16 mil millones programados para entrar en vigor el 23 de agosto.
Trump ha amenazado con imponer aranceles a prácticamente a los más de 500 mil millones de dólares en productos chinos exportados a Estados Unidos.
Aunque la lista de objetivos arancelarios de China es liviana en productos de consumo, incluye miles de millones de dólares en maquinaria importada y componentes que entran en productos terminados fabricados en Estados Unidos.
Eso significa que los fabricantes estadounidenses tendrán que pagar más por piezas y equipos, aumentando los precios para los consumidores estadounidenses y hacer que sus productos sean menos competitivos en los mercados extranjeros.
Hasta ahora, los aranceles representan una porción relativamente pequeña del comercio entre Estados Unidos y China.
Eso significa que el impacto económico inmediato de la guerra comercial podría ser limitado para ambas partes, otra razón por la que algunos analistas esperan que la disputa se prolongue por algún tiempo.
Pero los economistas han advertido que una guerra comercial en toda regla, especialmente si se prolonga por más de un año, podría desacelerar la economía de Estados Unidos.
Los exportadores estadounidenses que enfrentan aranceles más altos en China tendrán una elección difícil. Pueden obtener un beneficio o intentar transferir el mayor costo a los consumidores chinos, lo que hace que sus productos sean menos competitivos.
Los puertos estadounidenses, que manejan cientos de miles de millones de dólares en mercancías cada año, estarán entre los primeros en sentir el dolor si la guerra comercial de la administración Trump comienza a desacelerar la economía mundial.
A medida que la Casa Blanca ha intensificado sus amenazas de ampliar los aranceles sobre productos chinos por valor de 200 mil millones de dólares, los administradores portuarios de todo el país se han estado preparando para la perspectiva de envíos cancelados y pérdida de empleos.
TFA