Cada día nos levantamos con nuevas noticias sobre Cataluña. Cada vez son más preocupantes. Lo que en un principio la supuesta independencia era algo anecdótico, se está convirtiendo en el principal problema de España con diferencia.
Los golpes a un camarógrafo que cubría una manifestación en Barcelona al confundirle con un trabajador de la televisión autonómica catalana es el último eslabón de una escalada de violencia que cada día crece más.
Recientemente una ciudadana española fue golpeada salvajemente por un energúmeno que le rompió la nariz mientras le gritaba que se fuera a su tierra. El personaje lo hizo delante de su marido y de sus hijos de corta edad. Un canalla en toda regla.
Los lazos amarillos que los independentistas ponen en fachadas, farolas, playas, calles, edificios en Cataluña con respuestas de miles de voluntarios españoles que van retirándolos enconan cada vez más una situación difícil en la sociedad catalana y española. Los españolistas son los que retiran esos lazos amarillos protestando contra la independencia. Muchos de los que ponen y retiran lazos terminan con insultos y unos cuantos más a golpe limpio.
Salvando las distancias, los tiempos, los países, lo que está ocurriendo en Cataluña me recuerda mucho a lo que viví en la antigua Yugoslavia cuando comenzó a desintegrarse a finales de los años 80. Lo estoy escribiendo con temor. Si echo la vista atrás, aquellos años de la Yugoslavia del Mariscal Tito terminaron en guerras cruentas entre hermanos que a nadie benefició.
Lo que viví en las coberturas que cubrí de las guerras de la antigua Yugoslavia fue terrible. Se trató de algo mucho peor que Somalia, Afganistán o Irak, en los momentos más duros de aquellas guerras.
No quisiera ser catastrofista ni mucho menos. No se trata de eso. La guerra de la antigua Yugoslavia cada vez tiene más similitudes a lo que está ocurriendo en Cataluña. Sin embargo, es cierto que vivimos en pleno siglo XXI. Europa y sus diferentes democracias han evolucionado y están muy consolidadas empezando por la propia española. Lo mismo ocurre con los 27 países del club europeo que hoy se encuentran sellados con acero, aunque todavía existen algunas fisuras como el Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.
¿Podría Cataluña independizarse de España? Europa no lo permitiría. No es algo planteable. Creo que nuestras instituciones son mucho más potentes que el afán independentista de unos cuantos que, sin embargo, cada vez son más.
A principios del siglo XXI, el ansia independentista era marginal. Pero los desencuentros entre los Gobiernos de Madrid y los de Cataluña terminaron por pasar una factura mayor de lo que nos imaginábamos hasta que hemos llegado al punto donde nos encontramos.
Si los políticos no ponen solución, el problema puede convertirse en irresoluble. Por lo tanto, podría haber consecuencias indeseables.
¿Podría España terminar como la antigua Yugoslavia? Creo que es algo muy remoto, prácticamente imposible. Sin embargo, viendo lo que estamos viendo, ya todo puede ocurrir.