Horas después del show del anuncio de un acuerdo comercial con México, y luego de recibir la propuesta de firmarlo y festejarlo con un tequila, el presidente Donald Trump, de los Estados Unidos, mostró su verdadera cara y le recordó a México que “el muro será pagado muy fácilmente por México; al final de cuentas, México lo pagará”.
Estados Unidos no necesita un muro en la frontera con México, necesita muros, muchos, para evitar que la mafia distribuya por su territorio toda la droga que les llega.
Estados Unidos tiene un problema grave y una emergencia.
Chicago, la Ciudad de los Vientos, la tercera con mayor número de habitantes en la Unión Americana, detrás de Nueva York y Los Ángeles, tiene su lado oscuro, y éste no sólo es un atractivo para sus visitantes.
A Chicago la mafia llegó en 1910.
La época de gloria de la mafia en Chicago comenzó con la “prohibición”, en los años 20 con ganancias de millones de dólares anuales, y extendió su poder hasta hoy.
Semanas después de anunciar un acuerdo para reforzar el combate contra grupos de narcotraficantes que están inundando las calles de Chicago con heroína y fentanilo, Brian M. McKnight, encargado de la DEA en Chicago, denunció que “la mayoría de la droga llega de México”. Dijo también que los narcos mexicanos son “extremadamente peligrosos, violentos y se aprovechan de las redes de transporte y distribución en Estado Unidos”.
Así alertaban sobre irregularidades.
Pero, amparados en la ignorancia de sus nefastas consecuencias, ni la DEA ni el egocéntrico Presidente de los Estados Unidos hablan de la incontrolable demanda de los estadounidenses por las drogas y las miles de muertes por sobredosis.
Hoy, las calles de Chicago están inundadas de opiáceos y viven la peor crisis de drogas de su historia.
Según consta en documentos del Departamento de Salud Pública de Chicago, en los últimos dos años las muertes por sobredosis de opiáceos se incrementaron 74%.
Lo que detonó la crisis de dependencia y adicción no sólo en Chicago, sino en todo Estados Unidos fue la expedición, de forma indebida y sin control, de recetas médicas que incluían opiáceos, para supuestamente aliviar dolores.
Así creció el mercado ilegal de drogas y la mafia mantiene una poderosa red clientelar.
Con pleno conocimiento de las irregularidades, ni el provocador Donald Trump ni la DEA pueden detener el consumo y la expansión de la demanda de drogas.
Ante los mafiosos, el Presidente de los Estados Unidos se ve inofensivo.
Milonga: otra baja en el PRI. Noé Castañón, senador electo, no aparece. Está implicado en violencia familiar. ¿Se repetirá la historia de la cajuela para tener fuero?
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