Para todos lo importante es ganar, pero para muy pocos es posible llegar a la exquisitez del ‘cómo ganas’. El momento supremo en que un deportista decide cómo quiere trascender.
Uno de esos es el nuevo campeón de Indylights, Patricio O’Ward.
Probablemente muchos no lo ubican en el unilateral contexto del deporte mexicano por obvias razones, pero O’Ward este fin de semana se ha ganado un lugar preponderante en la élite de los jóvenes deportistas mexicanos.
Y la razón es muy simple: ganó como quiso y lo que quiso.
Mostró su estilo en el campeonato que le tocó y se adueñó absolutamente de la situación, es decir, ganó con autoridad y suficiencia. ¿Hace cuánto tiempo no revisamos logros de un mexicano bajo esas condiciones? Suficiente.
Enseguida, un sobre vuelo a las estadísticas del campeonato 2018 de Indylights. Triunfos: ocho, pole positions: nueve, vueltas rápidas: tres, carreras liderando la mayor cantidad de vueltas: nueve, diferencia de puntos sobre el segundo lugar: 32. Además, novato del año.
Los números apenas dicen lo esencial, porque al profundizar en el ADN competitivo de O’Ward se pueden encontrar cosas aún más interesantes.
Por ejemplo, su determinación por conseguir algo grande antes que asegurarse un camino a largo plazo. Esto lo logró al decidir Estados Unidos por Europa, ya que se ‘programó’ como especialista del estilo, el medio ambiente, las negociaciones, el ‘todo’ del automovilismo norteamericano.
O’Ward no llegó a pasar el rato sino que decidió meterse de lleno hasta conseguir lo que para otros pilotos es un sueño imposible, a pesar de poder tener recursos para comprarlo, un asiento de primera línea en la categoría grande.
La serie Indycar ganó una poderosa herramienta para volver a llevar su programa a México, Patricio tiene en su tarjeta de presentación la leyenda ‘Campeón para Andretti Motorsports’ que no es cosa menor, le veremos en tres carreras al menos de la serie grande a cuenta de los organizadores y le tocará aprender en la más grande, la Indy 500.
Un ‘ganar-ganar’ por todos lados. Deportivamente porque hay un piloto muy joven capaz de trabajar con un equipo grande, de esos que te podrían desechar si no das la medida, y un excelente generador de imagen para la serie, los patrocinadores y para su medio deportivo.
Todo este gran caramelo que es el éxito merecidísimo para O’Ward y su familia, no hubiera podido lograrse sin la piedra que se picó antes en esta categoría que, de una mirada rápida, cualquiera podría considerar una serie de carreras más. Y no, es todo lo contrario.
Tengo a la mano una lista de al menos 10 pilotos mexicanos que acompañé o vi en algún momento intentar en Indylights: Enrique Contreras, César Jiménez, Freddy Van Beuren III, Rodolfo Lavin, Rolando Quintanilla, Rodolfo Junco, Alfonso Célis, Luis Chapulín Díaz y sus mejores exponentes Mario Domínguez y Adrián Fernández quienes pelearon campeonatos cada quien en su época.
Pero la presencia ha sido importantísima, tanto que abarcó a los equipos mexicanos que le llegaron a pelear a las grandes organizaciones norteamericanas de tú a tú sin temor de limitaciones, tipos de cambio, y con un entusiasmo inagotable como el Team GO del ingeniero Guillermo Oliveras, Roquin Racing de Rolando Quintanilla y, desde luego, el inolvidable Herdez Competition Team liderado por Enrique Hernández Pons.
Patricio O’Ward hoy está en la punta de esta pirámide. Lo hace ganando a pulso y con estilo, el mejor estilo, porque ganó lo que quiso y como quiso.