La siguiente es una historia fantástica, del nuevo siglo; una historia que, sin embargo, nos regresa a lo más viejo del PRI del siglo pasado.
Vamos a suponer que el tramposo de la historia es un gobernador del PRI y uno de los hombres más cercanos al presidente Peña Nieto.
Vamos a conjeturar que el tramposo gobernador no sólo burla a sus gobernados, sino que violenta el 116 constitucional, lo cual es una falta grave.
Vamos a creer que el gobernador tramposo no sólo es protegido del Presidente, sino que -desde el Gobierno de Chiapas- financió la victoria del mandatario mediante trampas y engaños.
Y vamos a pensar que tanto la burla a los chiapanecos como la violación a las Constituciones local y federal apuntaban a convertir al tramposo en uno más de los fardos del Presidente, quien estaría dispuesto a torcer la Carta Magna para ayudar a su amigo.
Pero también vamos a suponer que una voz sensata convence, por momentos, a senadores del PRI, para que hagan valer la Constitución y que esos senadores rescaten la imagen del presidente Peña.
Sin embargo, el presidente Peña debe pagar facturas por torcer la Constitución y por obligar al Senado a salvar a su amigo gobernador.
¿Imaginan la madriza al PRI, a senadores del PRI, al presidente Peña? ¿Imaginan la vapuleada de los críticos del PRI al presidente Peña, al que no bajarían de ratero, violador de la Constitución y mafioso del poder?
Asistiríamos –en la hipótesis propuesta- al reconocimiento histórico de un Presidente que se presta a la complicidad para violar la Constitución.
Pero aún más importante; habríamos confirmado la salud de los anticuerpos sociales de la democracia mexicana; la salud de la crítica y los críticos.
Pero si volveremos a la realidad, ¿qué creen?
Que en la vida real el gobernador no es del PRI, sino del PVEM, y se llama Manuel Velasco. En la vida real, el gobernador de Chiapas hizo trampa para ser candidato a senador plurinominal por el PVEM, avalado por el Trife.
En realidad, el gobernador también modificó la Constitución de Chiapas para pedir licencia al cargo y protestar como senador y –días después- para volver al puesto de gobernador; periplo propio del tramposo contumaz.
En realidad, el amigo del gobernador Velasco es el Presidente electo, a quien ayudó a llegar al poder. Por eso AMLO sometió al Senado.
Por eso pocos columnistas, articulistas e intelectuales criticaron la burla del gobernador Velasco y la violación constitucional. Por eso los medios se alinearon. Lo grave es que a nadie importó el agravio a los chiapanecos, y menos a los ciudadanos de todo el país y a la Constitución.
Es decir, Manuel Velasco regresará a Chiapas como gobernador gracias a que el presidente López prefirió pagar los favores recibidos y a que el nuevo Gobierno prefiere la impunidad a sus amigos, antes que el respeto a la legalidad.
Mientras tanto, medios, periodistas, articulistas, intelectuales y críticos callan y se acomodan. Engaño e impunidad.
Al tiempo.