Apenas en la orilla del precipicio de generar un mensaje equivocado, el rector de la UNAM, Enrique Graue, metió freno profundo y canceló la conferencia de prensa en que esperaba lamentar las agresiones y la violencia en el campus universitario y deplorar los actos porriles.
En el delicado y peligroso filo en que a medio siglo del 68 un conjunto de movilizaciones voluntaristas -determinadas por la mera ocurrencia empeñosa de sus participantes- y algunas más justificadas en torno a la presencia inaceptable de grupos violentos en los Colegios de Ciencias y Humanidades, las autoridades universitarias evaluaron con más cuidado lo que podría ser una marejada de dos días o un tsunami.
¿Qué sentido tiene un movimiento estudiantil en 2018 en que las fuerzas progresistas han conquistado el poder nacional?
A los factores conocidos, de percepción y registro de marginación social, se agrega uno menos presente en los momentos de activismo estudiantil del siglo pasado: el tema de la ausencia ominosa de la seguridad pública.
Los movimientos estudiantiles son formas de expresión de segmentos de la población empobrecida, autopercibidos como vulnerados y vulnerables, expuestos a niveles de politización de grupos de activistas con mayor o menor legitimidad y talentos que han constituido en la historia de nuestro país, especialmente de las preparatorias y universidades públicas, uno de los insumos de movilizaciones más amplias y relevantes.
Hasta la tarde de este martes, la agresión sufrida por un grupo de estudiantes del CCH Azcapotzalco y eventualmente Naucalpan, frente a la torre de Rectoría, había esparcido una respuesta movilizatoria que involucraba 22 planteles universitarios en un paro de dos días que vencerán este jueves.
Alrededor del principal campus del país, la Policía resguardaba los límites externos de la Rectoría. Este martes fue el segundo día de manifestaciones ante la inseguridad que viven especialmente los jóvenes del nivel preparatoria y que los universitarios en CU se han habituado a tolerar respecto de pequeños grupos de distribución de droga y de ladrones que aprovechan la apertura perimetral y la generosidad educativa, cultural y cívica de nuestra Máxima Casa de Estudios.
Los Colegios de Ciencias y Humanidades surgieron como un modelo pedagógico alternativo y complementario a la preparatoria convencional de los años 60, precisamente después del movimiento estudiantil desde donde surgieron diversidad de expresiones políticas estudiantiles, sindicales, partidistas e incluso guerrilleras.
Varios legisladores y dirigentes actuales, de este tiempo nuevo mexicano, provienen de lo mejor de movimientos estudiantiles identificados con valores éticos, sociales y normativos. En otros casos hay severas dudas.
Sin embargo, han existido expresiones de golpeadores asociados con intereses extrauniversitarios o de control autoritario, a quienes llaman porros, que representan una amenaza para la vida política estudiantil y para las autoridades y las obligaciones que ellas tienen de contribuir a la protección del estudiantado.
Los alumnos pedían este martes por su seguridad, por una mayor eficiencia de la autoridad para garantizar la protección de los estudiantes y al mismo tiempo que preguntaban “¿quién ordenó el ataque?” en relación con los golpes contra algunos de ellos durante este lunes. Advertían que en la UNAM debían tener cuidado ante la tentación de “meterse con la generación equivocada”.
Más allá del involuntario sentido de la frase y en un escenario de recuperación del optimismo donde deseamos que todas las generaciones acierten en una vida de éxito, hay que poner mucha atención.
Ojalá se trate solamente de solucionar los problemas de seguridad que esporádicamente presenta la UNAM, y podamos dirigirnos todos a un debate distinto de aquél que tendríamos si no hay una inteligente y eficaz respuesta de la autoridad.
@guerrerochipres