No hay peor nostalgia que la que se padece por lo que pudo ser, que esa que se experimenta por lo que ya no fue.
Tomemos como ejemplo a la selección española: tan pletórica, plena, arrolladora durante los últimos cinco días ante dos semifinalistas del pasado Mundial; primero derrotando a Inglaterra en Wembley, luego goleando con gran poder destructivo a Croacia.
Una pena, pensarán sus devotos, demasiado pronto para ilusionarse con trofeo alguno (como no sea por el de la Liga de las Naciones, de entrada con mínimo valor curricular), demasiado tarde para retrasar el reloj y evitar la hecatombe a manos de Rusia en Luzhniki.
A España no sólo se le pasó el verano, sino la ocasión de sacar provecho a una prometedora generación. Tendrá nuevas oportunidades, pero siempre sabrá que fue eliminada por un rival del todo inferior, desperdiciando un camino por demás propicio hacia la final y víctima del más absurdo desempeño: paseando la pelota de lado a lado como si este deporte consintiera en marear al equipo enemigo y no en hacerle goles.
Saúl Ñíguez y Marco Asensio circularon, respectivamente, de forma inédita y testimonial por la reciente Copa del Mundo, abriendo amplios acasos y hubieras: si acaso se les hubiera puesto…, nunca se sabrá.
No era sencillo que los jugadores salieran sin daño, en medio del caos desatado entre el director técnico que anunció su firma por el Real Madrid a un par de días de la inauguración y la directiva recién llegada a la federación que decidió destituirle. Pudo pensarse que superada la primera ronda como líderes de grupo, lo más complejo estaba superado; finalmente, para cuando Rusia emergió como sinodal en octavos de final, habían transcurrido casi tres semanas de la tormenta. Como sea, ese futbol ya estaba rancio, como pudo notarse al vencer con sustos a Irán y empatar en compensación a Marruecos.
Nostalgia de lo que no sucedió, como la que experimentamos los mexicanos al observar la impresionante forma goleadora de Hirving Lozano, quien arrancara de forma tan soberbia al anotar a Alemania, aunque luego, como la selección, se diluyera. Serán necesarios otros cuatro años para tener de vuelta en un Mundial a ese diamante y para entonces ya se verá cómo está.
Fecha FIFA extraña la que sigue a la Copa del Mundo, cuando la mayoría continuamos sin poder quitarnos de encima las frustraciones, cuando todavía nuestras almas de balón no están listas para nuevas ilusiones.
Twitter/albertolati